a Mishmar Haneguev - Jaike Or
Cuando surgió la primera oportunidad de aliah después de la proclamación del Estado de Israel, se creó la hajshará y tras no mucho tiempo se decidió la aliah del primer grupo. Estaba formado por cinco varones: Dov Jasin, Shalom Or (Irlicht), Reuven Cohen, Guiora Gleker y Dov Fridman y tres mujeres: Mona Romano, Shoshana Laznik y Jaike Katz. Estaba planeado que viajaríamos todos por Francia, pero cuando estábamos tramitando los pasaportes resultó que Dov Fridman no iba a recibir permiso de estadía en Francia. El era nacido en Polonia y llegó a Argentina en los años treinta, no tenía ciudadanía argentina y los franceses se negaban a permitir la entrada a polacos. No hubo otro remedio que optar por que Dov y Guiora viajen por Italia, así que el grupo que viajó por Francia se redujo a seis compañeros. A último momento se nos acopló un muchacho que no conocíamos y con el que no simpatizamos y con quien no volvimos a tener contacto desde que llegamos a Haifa.
Partimos el 25 de julio de 1948. La despedida en el puerto fue multitudinaria. La gente ajena preguntaba si se despedía a un equipo de fútbol o algo parecido. No creo que haya faltado nadie de los compañeros del movimiento o de Poale-Sion Smol.
Era un buque inmenso llamado "Campana" y partió casi vacío. Nos ubicaron en una bodega muy grande equipada con varios centenares de camas - las tres mujeres solas en ese espacio vacío - y muchos marineros cruzándolo durante todo el tiempo. A los varones los ubicaron en una bodega parecida al otro lado del buque. La situación de las muchachas no era muy simpática y en la primera reunión del grupo a bordo decidimos comprar pasajes en tercera clase para las chicas. Menos mal que teníamos dinero para ello.¿Y de dónde provenía ese dinero? Una semana antes, el 18 de julio se celebró el casamiento de Jaike y Shalom. Como ya éramos pareja, decidimos celebrar el casamiento según el requerimiento de las familias. El casamiento en sí, una semana antes de nuestra partida, se transformó en un evento tnuatí, los compañeros de la hajshará, los del movimiento, partido, además como es lógico, las familias, una gran fiesta. Los invitados tenían un problema: ¿qué se le regala a una pareja de recién casados si dentro de una semana se van a la guerra en Israel? La gran mayoría decidió regalar dinero, lo que no era lo acostumbrado en aquella época. Resultó ser que para la aliah teníamos recaudada una suma respetable que inmediatamente se transformó en el fondo común del grupo.
La travesía transcurrió apaciblemente, en amable compañía, con visitas a los puertos, incluso Dakar (entonces bajo dominio francés) y después de 27 días de navegación llegamos a Marsella.
El palacio
En Marsella nos esperaba un joven (activista de la Haganá) que nos condujo a un palacio en los suburbios Saint Gerome. Era un edificio de tres pisos rodeado de un inmenso jardín. Antes de la guerra pertenecía a una familia aristocrática francesa. Durante la ocupación alemana fue requisado y sirvió como comandancia de la región. Con la derrota de los alemanes pasó a servir al ejército americano y al final de la guerra los americanos lo pasaron a poder de la Agencia Judía. Al principio sirvió para albergar a los voluntarios que esperaban su aliah y tambien a nosotros, el grupo argentino. Resultó ser que el palacio no tenía servicios por ningún lado. Los alemanes solucionaron el problema con la instalación de una construcción sanitaria en el jardín. Posteriormente los americanos la perfeccionaron al estilo de América. La innovación que introdujeron los israelíes fue la instalación de una industria de pasaportes de cualquier país, según las necesidades, en el tercer piso del palacio, al servicio de los sobrevivientes de los campos de concentración de Europa.
En Marsella nos encontramos por primera vez con la Europa de post-guerra. Marsella casi no fue afectada por la conflagración, pero la comida era racionada con tarjetas y muy escasa. Nosotros no teníamos tarjetas y en el palacio no había comida. Pasaron varios días hasta que alguien nos explicó que existe un "mercado negro" y que con dinero allí se puede conseguir de todo.
Aunque la conciencia desaprobara nuestra conducta, el hambre pudo más y decidimos probar. ֹramos relativamente ricos con los dólares de la caja común y así llegamos a la zona portuaria con sus fondas exteriormente muy desagradables, pero una vez dentro resulta ser que se llegaba a lujosos comedores provistos de todo tipo de comidas, carnes y frutas. Los dólares transformaron en ridículos los precios que pagamos. En Marsella esperamos 9 días. A fin de agosto nos dijeron que esa noche partimos. Viajamos a un pequeño puerto no lejos de Marsella llamado "La Ciotate", allí subimos a un pequeño barco. Fuimos los primeros en llegar junto con un grupo de 4 ó 5 jóvenes israelíes que eran los encargados del barco y responsables de la travesía.
El yate
Unas palabras a propósito del barco. En tiempos pasados había sido en realidad el yate presidencial del primer presidente Roosevelt de fines del siglo 19. Había en él sólo 4 cabinas y depósitos muy grandes. En una cabina habitaba el capitán (italiano), en la otra una enfermera (austríaca) y en las dos restantes funcionaban una cocina y lo que llamaban "baby-kitchen" donde preparaban la comida para los niños. Pero sobre ello continuaré luego.
En cuanto subimos a bordo recibimos una explicación sobre lo que iba a suceder y cual sería nuestra tarea inmediata y luego, durante la travesía.
Nos explicaron que arribarían dos grupos: el primero, olim de Marruecos (de los primeros que llegaron a Israel) y el segundo grupo, sobrevivientes que fueron traídos de contrabando a Francia y entre ellos los últimos refugiados del "ֹxodo de Europa". Cada grupo era de 700 personas, es decir unas 1400 almas sobre el yate. Los últimos días los habían pasado en un campo cerca de Marsella llamado "Grand Arennes".
Como describiera antes, había grandes depósitos bajo cubierta en los que se acomodaron tablas en dos pisos y líneas negras a lo largo y a lo ancho. A lo ancho para delinear 3 lugares y a lo largo para delimitar el espacio para una persona y comienzo del de la otra, sin separación alguna. Los israelíes nos explicaron que no hay más personal que ellos y por consiguiente nosotros, el grupo argentino, debemos ser los encargados del orden. Debemos ocuparnos de que cuando la gente baje por las escaleras de madera a los depósitos, cada uno ocupe su lugar sin saltear ningún recuadro, no importa si son mujeres, hombres o niños, cada uno según vengan llegando porque si se saltearan alguno, no habría lugar para todos. No pasó mucho tiempo y fue nuestro encuentro con los sobrevivientes.
Algo de lo que pasó en Europa habíamos escuchado en la Argentina, pero la distancia que separa lo que uno escuchó, de lo que en realidad era aquella gente y en esa cantidad, es algo que supera todo lo que uno se pueda imaginar. Comenzó a subir la gente al barco, cada uno con su paquete o valijas en la mano, cansados, magros, parecían enfermos, imágenes que desconocíamos.
Me sentía en deuda con ellos, hubiera querido correr hacia cada uno de ellos y pedirles perdón por todos los años del bienestar nuestro en Argentina durante la guerra, les tenía lástima y sentí que ahora, por lo menos, les correspondían condiciones un poco mejores - y en lugar de ello debía exigirles que se arreglaran mujeres, hombres y niños apretados entre esas tablas.
Hubo muchos que se negaban a situarse en el nivel superior no particularmente alto por la estrechez. No se cuanto tiempo duró el arribo y la acomodación de la gente. Fueron horas de gran tristeza y de imperiosa necesidad de obligar a la gente a hacer algo que nos rebelaba. Al amanecer partimos y comenzó un viaje de 7 días entre Marsella y Haifa.
En aquellos tiempos esa jornada duraba por lo general no más de 4 días.
El orden del día
Al día siguiente por la mañana se repartió a cada pasajero un recipiente de lata con forma de botella de 1/2 litro para recibir su ración de agua. Había varios grifos de agua a bordo y varias veces por día se la repartía. El resto del día permanecían cerrados con candado y con custodia al lado. Los guardias eran nuestros compañeros y algunos voluntarios que viajaban con nosotros. Dos veces por día se repartía comida: un paquetito de galletitas y sopa en platos de lata. A veces había una extra de mazamorra. Para los bebés y los niños había leche en polvo como agregado una vez por día. Toda la labor de cocina y reparto de comida estaba a nuestro cargo.
Las condiciones eran extremadamente difíciles. Debajo de cubierta, en los depósitos no había nada, ni agua ni servicios. Los servicios estaban en cubierta: unas construcciones de madera con salida directa al mar. Lógicamente siempre había cola a sus puertas.
Al día siguiente de nuestra partida nos enteramos que habíamos salido sin permiso y la aliah a Israel estaba prohibida por las potencias, por el estado de guerra. Además de ello, se rumoreaba que el barco transportaba armas, lo que no quedó claro hasta el día de hoy. Nos buscaban naves francesas y otras que no se de quien eran. Los responsables del barco decidieron cambiar el rumbo y no navegar directamente al este. Nos enteramos que nos buscan tambien con aviones y entonces decidieron que el barco debe aparentar ser un yate, es decir, sin nadie en cubierta. Solamente el capitán y la enfermera estaban sentados en cubierta sobre reposeras y todo el resto debía hacinarse abajo. Hay que destacar que los depósitos no tenían puertas y después de un tiempo empezaba la presión de la gente por subir a cubierta. Los compañeros debieron formar una cadena humana para contener la marea. Esto continuó todo el tiempo que había aviones sobrevolando la zona. Los últimos días navegamos por el norte de ֱfrica y las cosas volvieron a su cauce.
En otras ocasiones sucedía que se escuchaban explosiones de la chimenea, salía un humo negro y el barco se paraba. Ello sucedió varias veces en plena mar. Según lo que se nos dijo, la causa era que fuimos engañados por los proveedores del combustible que lo habían mezclado con agua. La gente se alarmaba y hubo quienes gritaron "men furt zurik" (volvemos atrás - en idish). Todos estos sucesos, el reparto de comida y agua, la prohibición de subir a cubierta, la carencia de servicios, etc., que nos hacían aparecer como representantes del poder, nos llevó a ser considerados por no poca gente como enemigos y que nos apodaran "nazis", "putas de la Gestapo", "kapo" y demás epítetos. No hay posibilidad alguna de describir lo que sentimos entonces.
Pero hubo ocasiones en que las cosas cambiaron. Hubo una noche en que nos azotó una gran tormenta y el barco se sacudió como una cáscara de nuez en el mar. La gente yacía enferma sobre las tablas, vómitos, desmayos y entre todo aquello, las madres que no podían atender a sus pequeños.
Por lo general los niños son menos propensos a sentir las consecuencias de las tormentas. Nosotras las chicas, ya veníamos con la experiencia de un largo viaje en el mar y además nuestro estado físico era mucho mejor, por lo que casi no fuimos afectadas. Decidimos reunir a todos los pequeños en la "baby – kitchen" y las madres - más que satisfechas con dárnoslos. Caminamos ida y vuelta con tres bebés en los brazos hasta que juntamos a todos los 20-25 pequeñuelos. Aquí sucedió un cambio radical, nos empezaron a llamar "schvester" (hermana - en idish) y a alabarnos. Los niños permanecieron con nosotras toda la noche. Al día siguiente, el mar volvió a calmarse y llamamos a las madres a que retiren a sus niños, porque no sabíamos quien es de quien. Sin embargo, las madres no se apresuraron demasiado por venir a recogerlos, porque sentían que sus niños estaban en buenas manos.
En otra ocasión sucedió que una bebita enfermó de gravedad y la enfermera dijo que había que darle un substituto de leche materna que no había en el barco. Un pasajero, médico, dijo que él tiene pero que está en su valija en el último sótano de abordo. Decidieron que hay que abrir el sótano, es decir, levantar las tablas que eran parte del piso de la cubierta. Abrieron y empezaron a sacar de abajo valijas, canastos, paquetes y a dejarlos sobre la cubierta. Se sospechaba que la gente quisiera recoger sus paquetes y volvieron a hacer la cadena humana con nuestros muchachos. Al comienzo todo fue bien, pero ya habían sacado muchos petates y todavía no habían encontrado la valija. De pronto algunos gritaron: "men varft in vaser arain" (están tirando al agua - en idish) y de inmediato se produjo un desbarajuste de gente que quería recuperar su equipaje. Por suerte, mientras tanto se encontró la valija - y los paquetes volvieron a su sótano.
La llegada
Después de 7 días de navegación con una carga de vivencias no tan fáciles de sobrellevar, llegamos a Haifa. Fue durante el segundo cese del fuego en la guerra. Nos produjo una fuerte impresión el hecho que una nave de guerra con la bandera israelí, la Simona K20, nos haya salido a recibir al mar y nos haya acompañado hasta la entrada del puerto. Ciertamente una pequeña embarcación, pero con cañón y armamento.Del barco nos llevaron a un campamento de olim (inmigrantes) en Pardes Hana. Allí pasamos como todos por una fumigación de D.D.T. . En contra de las protestas de hoy de los olim de entonces por esa fumigación, pensé que eso era una medida excelente y necesaria. En el campamento esperamos unos días a que nos vinieran a buscar del kibutz, pero como nadie aparecía decidimos irnos a Tel Aviv a la única dirección que conocíamos – Brener 14 – la secretaría de Poale Zion Smol. Llegamos de sorpresa, pero fuimos recibidos cariñosamente. Allí estaba el compañero Mulia que de inmediato llamó a todos los demás que conocíamos desde antes por sus nombres. Esa noche dormimos en bancos de madera en Brener 14. Mientras tanto, Mulia anunció nuestra llegada a unos javerim de Mishmar Haneguev que estaban por Tel Aviv y vinieron a buscarnos. Todos dijeron que no sabían que llegamos al país. Al siguiente día alquilamos una pieza en un hotel donde pasamos todos unos días.
Ese mismo día fuimos a la secretaría del Kibutz Hameujad que estaba entonces en Levontin, cerca de Mugrabi. Nos recibieron con entusiasmo y de inmediato comenzaron a convencernos que no debíamos sumarnos al kibutz Mishmar Haneguev sino que, junto con un núcleo del Dror de Alemania, debíamos asentarnos en un lugar que perteneció antes a la moshavá alemana Wilhelma, cerca de Rehovot (hoy Netzer Sireni) y preparar así un lugar mejor para los grupos que vinieran tras nuestro. Pensaban que el Neguev desértico y aislado sería demasiado duro para nosotros, gente sin ninguna preparación previa - y a la vez querían una mejor conexión para el núcleo germánico.
Nos empecinamos. Vinimos para ir a Mishmar Haneguev y no nos volveríamos atrás. Al final cedieron. Pero el Neguev estaba sitiado y aislado por fuerzas egipcias que tomaron todos los caminos que conducían a él. La manera de llegar era por medio de convoys que pasaban de tanto en tanto en las noches sin luna y por campos minados. Después de una espera de varios días y un intento que se anuló a último momento, nos pusimos a viajar hacia el kibutz Negba, que resistía valientemente a las fuerzas egipcias. Allí esperamos hasta entrada la noche y alrededor de medianoche nos marchamos al camino. Había allí unas decenas de personas, compañeros de otros kibutzim del Neguev que volvían a sus casas. La caravana estaba organizada y dirigida por la gente del Palmach.
Nos pusieron en fila india y nos previnieron que no saliéramos de línea porque el campo estaba totalmente minado. Tampoco podíamos hablar ni hacer ningún ruido. Comenzamos a andar, pasamos a escasos metros de la fortaleza de Irak-Sweidan (antes estación de policía de los ingleses) donde estaban los egipcios a quienes vimos y hasta oímos sus voces. Anduvimos unas dos horas hasta llegar al kibutz Nir Am. Allí trepamos a unos camiones y por el campo abierto pasamos por los kibutzim Dorot y Rujama. Cuando amanecía vimos sólo desierto desde un horizonte al otro. A la distancia, vimos una regadera automática esparciendo agua sobre una pequeña superficie con verduras y al sol naciente pintando colores sobre el agua. Llegamos a Mishmar Haneguev.
Jaike Or - 2004
Album de fotos del Primer Garín Aliá....
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