Buenos Aires idish: entre el badjn y el payador
Perla Sneh
Ustedes piensan que en el pueblo, todo era yeshivá y judaísmo
de la Torá. Pero la verdad es que en cada pueblo había un solo
rabino y cien badjns. Ahora hay cien rabinos por ciudad
y ni un solo badjn[1]
Itzik Manger
áאטראכט íאéן óאנéí אéן שóéגל צו ווéñן ווער אéך áéן
Jorge Luis Borges
Nombrar, ya se sabe, es asunto delicado. Más aún, si se trata de nombrar una ciudad como la nuestra, de ansias monumentales y fachadas grandiosas, con las voces impuras de una lengua menor, sin gobierno ni prosapia ni abolengo, una lengua que dice la épica con diminutivos de cuento infantil. Entre tantas Buenos Aires conocidas – la ciudad alucinada de Martínez Estrada, la ciudad candorosa de Macedonio, la ciudad insepulta de la desaparición, la ciudad actual de cartones y basura- hubo -¿la habrá aún?- una Buenos Aires idish. No se trata de un territorio, sino de un recorrido: voces, gestos, modos del humor, la polémica, la injuria; poética que trama chisme y militancia, pedagogía y política, humor y declamación. Luz nocturna que hace de familia a unos extraños huérfanos que vagan de café en café, de teatro en teatro, de redacción en redacción, porque lo han perdido todo, empezando por su lengua: mientras en la Europa incendiada, el idish arde de terror y ceniza, en Buenos Aires florece, con singularidad rioplatense, en una literatura que llega a merecer el inesperado calificativo de “macrocefálica”[2]. Literatura aluvional, torrentosa, hecha de pensamiento itinerante, hecha de modos de enunciar una pregunta, que -aclaremos-, no es -no lo fue nunca- por el ser, sino por el nombre.
En esa profusión de voces[3], algunas estampaban su huella, afirmaban susnombres. Si, de entre todos ellos, elijo el de Martín Fierro, ustedes pensarán que les tomo el pelo. Nada más lejos de mí, pero me arriesgo al malentendido y cito: A tate veljer guit eitzes, / iz mer vi a tate, a fraind...(Traduzco lo ya traducido: Un padre que da consejos, más que un padre es un amigo...)
¿Por qué nombrar a Martín Fierro para hablar del idish?
En mis estrictos quince minutos ensayo apenas unas pinceladas: El idish surge -su nombre lo registra[4]- como práctica de traducción. Traducir es leer con diferencia[5], es leer en una lengua lo que se añora en otra, es experimentación y pasaje de una frontera. En el idish algo se filtra, eco que viaja en un cuerpo que es materia errante; en una voz sin refugio ni consuelo ni domicilio, eco que anda como naufrago espectral, al pulso de la violencia del vivir, de la percepción que puede ser golpe o caricia. Cuerpos errantes, voces extranjeras, ellos no están en el hogar y eso, porque no lo tienen. Ellos no está en el hogar, pero ¡ojo!, ellos deambulan por nuestra casa. Ahora que lo pienso, como Martín Fierro.
La arriesgada cita figura en un texto de Samuel Rollansky, quien no se priva de incluir en traducción idish también fragmentos de Ricardo Rojas, Esteban Echeverría, Juan Agustín García, Juan B. Justo, Andrés Lamas y tantas calles más. ¿Qué loco, no?... Echeverría en idish. Aunque, ahora que lo pienso... ¿Acaso no sería el idish singularmente apto para leer lo que dice la sangre de "El matadero"? ¿O para interrogar los misterios de una ciudad, más allá de los sueños limitados de la (gran) aldea? ¿O para buscar en el fondo lodoso de los ríos de la memoria los nombres de la matanza?
Entiendo que ese es el idish que germinaba en Buenos Aires.. No un refrán reducido a ornamento folklórico ni, tampoco, un objeto de estudio desdentado a fuerza de monografías, sino un modo de la militancia que meditaba con la escritura, que pensaba con el ensayo, que interrogaba con el destierro, y no éste o aquel, sino el destierro como posición en el mundo. El idish es - quizás habrá que decir era, no lo sé- un pensar itinerante que podemos llamar -el término se las trae- subversivo. Eso quiere decir que tiende a trastornar, a perturbar, sobre todo en sentido moral[6]. Y sí, eso buscaba el idish, al menos el idish de Koshmar, La pesadilla de la Semana Trágica de Pinie Wald o el de Berl Grimberg, que un buen día se cansó y se fue a Flores a esperar el tren de frente o el de Kehos Kliguer que interrogaba la extrañeza de la voz gaucha en su poética, o el de los talleres y los conventillos que repicaban en la obra de Noaj Vital. Y digo estos nombres para no citar otros, menos aptos aún para la sociología comunitaria. Subversivo, dije. También podemos decir recalcitrante, como se suele decir de los judíos; recalcitrantes, o sea, obstinados en la resistencia. El idish porteño era -¿volverá a serlo?- obstinación en la opción política, en el aserto ideológico, en la participación en el debate nacional. Take an akshn, el idish era, para algunos, una experiencia personal, poética, laica, combativa; para otros, una herencia de miseria y servidumbre, que apestaba a gueto, a diáspora (todavía no se habían puesto de moda la cábala y el zohar) y que había que arrancar de cuajo para sustituirla por la pujante herencia macabea. Me abstengo de pronunciarme o de opinar sobre falsas opciones, baste decir que no se trata de reivindicar una lengua -"la más nuestra"- frente a ninguna otra, propia o ajena, sino de apropiarnos de aquello que nos toca. Ahora que lo pienso... tal como hace Lugones con la lengua de Martín Fierro.
Leopoldo Lugones otorga al género de la payada, encarnado ejemplarmente en el Martín Fierro, una dignidad estética, sostenida en la vinculación del género con la tradición épica del mundo helénico. La tesis, dicen los entendidos, es insostenible pero la contundencia y el brillo de la exposición dio al Martín Fierro un lugar en la crítica y en la lectura culta[7]. Precisamente, ese modo de sostener lo insostenible -y convencer-, bastaría para ubicar a Lugones en el ámbito del idish, lengua que suele hacer eso[8]: sostener lo insostenible. Pero además, podemos agregar que Lugones habla del Martín Fierro de José Hernández, como Sholem Aleijem de Menajem Mendl. Ellos eligen hablar de sujetos torturados y frágiles que, acosados por civilización y por barbarie, se obcecan en seguir existiendo. Y esa obcecación convierte su misma existencia en conciencia crítica. Lugones, Hernández y Sholem Aleijem: inquietante junción de nombres. Difieren pero, para inquietud de tirios y troyanos, también coinciden; no sólo en la riqueza de las descripciones, en el refinamiento con que echan mano de los términos más bastos, en el tratamiento parco y sin idealización de un sujeto amenazado, sino en la manera de reparar en un decir errante, en sus resonancias, en sus requiebros, en sus modos de la espera o de la injuria, en el modo en que, más allá del patetismo y sin evitar la risa, plantean un problema ético.
A su vez, la figura del payador[9]nos permite evocar la del badjn, él mismo un payador (aunque sin guitarra). Actor errante de la vieja Europa, el badjn era el eterno extranjero, que, siguiendo la tradición juglaresca medieval, iba de pueblo en pueblo narrando, cantando, representando obritas satíricas. A veces prevalecía cierto contenido antijasídico, lo que dio lugar a la idea popular de que las canciones de estos juglares eran la Haskalá (el Iluminismo) de los pobres. A su vez, el Talmud habla de bromista profesionales que animaban a los melancólicos y cuyo repertorio incluía también ingeniosas adivinanzas y alusiones al texto bíblico que requerían, para entenderlos, cierto grado de conocimiento del Tanaj. De allí que las autoridades protestaran contra los badjanim. (Claro, los funcionarios son funcionarios en todos lados.)
Esa herencia llegó hasta éstas, nuestras calles, por donde vagaban esos extranjeros de mirada oscura y paso arltiano. Hablaban como esos juglares, como Martín Fierro, como Menajem Mendl, como quien está - para decirlo en idish- in goles bai zij in der heim[10], exilado en el propio hogar. Figura del fremder, el extranjero, que llega, oliendo a la intemperie de los perros[11], a decir que, contra el odio y los cuadros sinópticos de propios y extraños, se emperra en existir. Una voz que insiste en decir, aun si ignora si será escuchada; una voz que resuena como risa de borracho, una canción que viene a cuestionar las pretensiones de identidad y a preguntar por el nombre. Una voz, en suma, que en algo nos concierne[12].
Nos concierne, dije. ¿A quiénes? Quizás a quienes asistimos, doloridos, a la transformación de una comunidad polifónica en masa afanosa de pureza y academicismos. Quizás a quienes vemos cómo una escritura que intentaba modos de enunciación, lecturas críticas, pensamientos disruptivos, se ve reducida a la trivialidad de un tema más o menos exótico, más o menos de moda. Quizás a quienes todavía intentamos leer el idish. Quizás a quienes todavía intentamos leer. Y subrayo: digo leer, y no ser la lectura. Pero además de leer -o quizás porque leemos- dejarnos tocar por eso que leemos. Por ahí para descubrirnos distintos de lo que creemos ser, como Martínez Estrada que, leyendo a Kafka, se descubre mucho más judío de lo que más o menos barruntaba[13].
Ningún hombre sabe quién es, dice Leon Bloy. Otto Dietrich zur Linde se mira al espejo para intentar averiguarlo. Borges observa en silencio y nombra a un hombre que es el libro. De ser así, no es de asombrarse que sea tan fácil presa de las llamas. Lo que si llama un poco la atención es que David Jerusalén no halle lugar en las generaciones literarias judeoargentinas. Aunque, ahora que lo pienso, será que se trata -como gusta nombrarse Jabès - de un escritor judío, no de un escritor de la comunidad.
Bibliografía
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Barcelona, 1966.
Instituto Científico IWO, ñעכראá ñéול עכראכ (Jorge Luis Borges), Buenos Aires, 1976.
Hagège, Claude No a la muerte de las lenguas, Paidos, Barcelona, 2002
Manger, Itzik, Manger, Itzik Lid un balade, Antología, Itzik Manger
Kommitet, Nueva York, 1952.
Oisgueklibene shriftn, tomo 43 de la colección Musterverk fun der idisher literatur
redactada, recopilada y dirigida por Samuel Rollansky. Ed. Ateneo Literario del
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Martinez Estrada, Ezequiel, Apocalipsis de Kafka En torno a Kafka y otros ensayos(Barcelona:
Ed. Seix Barral, 1966), págs. 37-41 © Edición digital de Graciela N. V. Corvalán,
Ph.D.WebsterUniversity, St. Louis, Missouri
Nucimovich, Celia, Instantáneas de lectura, trabajo presentado en las Jornadas Psicoanálisis y
Literatura, UBA, Buenos Aires, 31/5/2003.
Prieto, Adolfo Diccionario básico de la literatura argentina, Centro Editor de América Latina,
Buenos Aires, 1968
Rollansky, Samuel Martín Fierro, in goles bai zij in der heim, Ateneo Literario en el IWO,
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Arguentinish 2 - Tzvishn shtotishe vent, Colección Musterverk fun idishn
Literatur, Ateneo Literario en el IWO, Buenos Aires, 1976
Sholem Aleijem, Ale verk fun Sholem Aleijem, Ikuf Farlag, Buenos Aires, 1959.
Sneh, Perla La impureza como huella, en Nadja, - Lo inquietante en la cultura, No. 3, Rosario,
Abril, 2001
Sneh, Simja Literatura argentina en idish, en Clarín, 20 de mayo de 1982
Presencia de Sholem Aleijem, separata de la revista Comentario, Buenos Aires,
1968
Breve historia del idish, Biblioteca Popular Judía, Editado por el Congreso Judío
Latinoamericano, 1977
Comunicaciones personales, Buenos Aires, Jerusalén, Nueva York; fechas diversas
[1]Manger, I. Oisgueklibene shriftn.
[2]Rollansky, Sh. Arguentinish - Tzveiter band: Tzvishn shtotishe vent
[3]¿Serían literatura? ¿Serían "judeoargentinas"? Oh, D's, ilumíname!...
[4]En la segunda mitad del siglo XIV el idish se denominaba Jiddisch-Teutsch. Teutsch, o sea teutónico. Era el equivalente antiguo del Deutsch (alemán) de hoy. Este Teutsch se transformó en Taitsch, con el verbo derivado fartaitschn que significa traducir o aclarar, transformación que indica el papel que le tocaba al idish en la vida judía. Cfr. Sneh, S. Breve historia del idish.
[5]Celia Nusimovich, Instantáneas de lectura
[6]Casares, Julio Diccionario ideológico de la lengua española.
[7]Prieto, A, Diccionario básico de la literatura argentina.
[8]Como, en extremo, lo hace toda lengua
[9]Se lo define académicamente como cantor repentista. Algunos historiadores creen que su nombre deriva del “payo”, la denominación con la que se conoce a los campesinos españoles de donde se cree proviene esta particular expresión artística. Se considera también que su origen puntual pudo surgir a partir de los Trovadores de Provenza, quienes gustaban entablar polémicas en versos . En España, los juglares, fueron los primeros cronistas de la historia, a veces magnificando hechos reales originados, generalmente gestas heroicas de esos tiempos. De allí se cree que proviene y que mas tarde llegó a América donde adquirió la formas propias de nuestra música
[11]Manger, I, Der fremder, en Lid un balade.
[12]Sneh, Perla La impureza como huella, en revista Nadja - Lo ijnqueitante en la cultura
[13]Martínez Estrada, Ezequiel, Apocalipsis de Kafka. |