Por Moshé Korin
Al cumplirse este año el 190 aniversario de su nacimiento (Ginebra 1828), debemos recordar que Henri Dunant, no solamente se ganó un lugar meritorio en la historia humana por ser el fundador de la Cruz Roja. También obtuvo un sitial inmortal en la historia judía, por haber abogado por la restitución del Estado Judío en Tierra Santa. Fue de los primeros y más elocuentes antecesores del Doctor Theodor Herzl y uno de los difusores de la idea sionista.
La iniciativa de una Cruz Roja nació en la batalla de Solferino (Italia) en 1859. La Cruz Roja Internacional fue resultado de la Conferencia de Ginebra de 1863. En 1901 Dunant ganó el primer Premio Nobel de la Paz, en reconocimiento por su gran ideal humanitario.
Otro sueño
Por esa época, Dunant albergaba en su corazón otro sueño; la rehabilitación de los judíos perseguidos, dispersos y maltratados.
En su notable biografía “Dunant, la Historia de la Cruz Roja”, Martín Cumpert escribió:
“En la Bibliotheque Nationale hay un solo ejemplar de su extraordinario memorando de ocho páginas sobre este tema. Palestina tenía que ser neutralizada y cedida al interés de una gran sociedad colonizadora. Y en el siguiente año la ‘Internacional Palestine Company’ fue realmente fundada con Dunant como presidente. Su propósito era trabar contactos con sociedades judías a fin de poner en marcha la empresa.”
“El proyecto para Palestina floreció a tal grado que en 1867 a Dunant le fue dable discutirlo con la emperatriz Eugenia en presencia del embajador francés en Constantinopla, monsiur Bourée”.
Es posible que Herzl, haya desconocido completamente las actividades de Dunant en tal sentido. De otro modo hubiera recurrido a su prestigiosa colaboración a fin de siglo, cuando proclamó la necesidad de un Hogar Nacional Judío en Palestina.
Todavía queda mucho que develar sobre el interés de Dunant por ֹretz Israel. Es necesario saber cómo era él para poder apreciar su preocupación por el pueblo judío.
Todos hermanos.
Cuando comenzó su labor, que fructificó en la benemérita Cruz Roja, durante la guerra entre Austria y la coalición Franco-Sarda en 1859, acuñó una frase que dio alas a su empresa. Al notar que sus voluntarios franceses atendían a sus coterráneos y a los aliados italianos, y no a los heridos austríacos, recriminó: “¡Tutti fratelli!”.
Debe haber sido en el espíritu de su célebre “Tutti fratelli” que escribió su “Carta Abierta” de 1866, apelando a la colononización de Palestina y “…la resurrección del Oriente. Unidos por la exaltación del sentimiento religioso, seremos ayudados por la cooperación de los israelitas, cuyas valiosas cualidades y destacadas virtudes probaran ser muy ventajosas para Palestina”.
La carta abierta de Dunant fue publicada un año después que el libro “Roma y Jerusalén” de Moisés Hess, pero es claro que él elaboró por sí mismo sus ideas. Según los planes que trazó, por haber apelado a los judíos como a los no-judíos, es uno de los más destacados antecesores del Dr. Herzl y uno de los grandes cristianos del siglo XIX que abogaron por la rehabilitación judía en la tierra de sus antepasados.
Henri Dunant exhortó a la “Aliance Israelite Universelle” a colonizar judíos en Palestina. Su llamado cayó en oídos sordos. Predicó su causa a la “Anglo-Jewish Associttion”, así como a los judíos de Berlín; también escribió cartas al periódico “Jewish Chronicle” de Londres. Pero no logró hacer prosperar su proyecto de redención, como sí pudo hacer triunfar su ideal de la Cruz Roja.
Dunant organizó la Sociedad Internacional de Palestina y la Sociedad de Colonización Sirio-Palestina, pero sus escritos y discursos quedaron destinados a ser solamente grandes documentos históricos de la gesta para rehabilitar la Tierra de Israel, como patria judía. El nombre de Jean Henry Dunant merece una página de oro en los anales sionistas.
ltimos años
En 1876, olvidado y enfermo, se interna en el hospital y luego, en un hogar de ancianos en la aldea suiza de Heiden, viviendo en la pobreza. Durante ese tiempo, sobrevive gracias a la amistad de Léoni Kastner, una mujer judía, que lo apoya económicamente, en reconocimiento a su trayectoria y su obra.
En 1897, el mundo supo nuevamente de Dunant, pues había sido descubierto por un periodista que lo visita y denuncia su situación en un artículo. Gracias a esa nota, recibe el apoyo y el reconocimiento internacional que tanto necesitaba. Esto lo motiva a retomar su labor y comienza a escribir y denunciar la carrera armamentista y el servicio militar obligatorio. Con ello vuelve a convertirse en un líder del movimiento pacifista.
Entonces la humanidad recordó su deuda de gratitud y le brindó la admiración y el respeto que se merecía. En 1901 el Primer Premio Nobel de la Paz se le otorgó al fundador de la Cruz Roja.
Este año, cuando en todo el mundo y también en Israel se celebró el 123 aniversario de la Cruz Roja, y cuando el Estado de Israel ha asumido un lugar de prioridad en la labor humanitaria, es muy adecuado que los judíos del mundo guarden agradecido recuerdo a Dunant, también por sus esfuerzos pioneros a favor de la redención nacional judía. Falleció en Suiza el 30 de octubre de 1910.
El Maguén David y la Cruz Roja
Cabe destacar en esta oportunidad, que recién en la sesión de la Cruz Roja Internacional, del 22 de junio de 2006, tuvo lugar un acto de justicia histórica. En dicha reunión se contempló y se aprobó la formal solicitud israelí de que el Maguén David Adom (Estrella o Escudo de David Rojo) ingrese como miembro pleno, a la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja.
En realidad se trató de una formalidad, aunque no menor, porque el Maguén David Adom y la Cruz Roja Internacional ya han estado cooperando plenamente en todo lo relativo a sus respectivos servicios en el Medio Oriente.
Sin embargo, el ingreso del Maguen David Adom a la Cruz Roja Internacional fue - más que un “gesto” hacia Israel - el reconocimiento de que Jean-Henri Dunant, el fundador de la benemérita institución mundial, fue uno de los primeros cristianos que se adhirieron con entusiasmo al ideal sionista.
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