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Pío VII, aquel sí a Napoleón y el no a los judíos - Corriere della Sera - 19-08-07.

Pío VII, aquel sí a Napoleón y el no a los judíos

(En 1808 prohibió eliminar la expresión "pérfidos judíos")

por Sergio Luzzatto

Se ha hablado mucho del "Motu proprio"con el cual Benedicto XVI ha autorizado la reintroducción de la misa en latín en la liturgia católica. Se ha hablado, también, de la inconveniencia de esto, sosteniendo que la decisión de Papa Ratzinger podría regar la mala planta del antisemitismo cristiano, a través de la aplicación de la oración por los "pérfidos judíos", en la liturgia del Viernes Santo. Lo que es totalmente inexacto porque Benedicto XVI ha liberalizado el empleo del misal del Concilio de Trento, en su versión de 1962, en la que ya estaba cancelada la fórmula sobre los "pérfidos judíos"y sobre la "perfidia judía".

Inexactitudes aparte, las discusiones han tenido el mérito de evocar la importancia de una plegaria, "Pro perfidis Judaeis" que por más de mil años- desde el inicio de la edad carolingia hasta la mitad del siglo XX- ha sonado en nuestras iglesias durante los ritos de los días pascuales: contribuyendo con otros ritos y mitos, al prejuicio de los cristianos contra el "pueblo deicida".

En "Sol-24 horas", la historiadora Emma Fattorini ha reconstruido un episodio notable de este largo hecho. En 1928, una asociación católica llamada Amigos de Israel, que integraban influyentes prelados del Vaticano, presentó a la Congregación de los Ritos el pedido formal de cancelación de la plegaria "Pro Judaeis", de las expresiones relativas a la perfidia de los judíos. Se encargó del trámite el abate benedictino Ildefonso Schuster ( al poco tiempo, arzobispo de Milán), que se declaró más que favorable a la propuesta de los Amigos de Israel. La última palabra la tenía el Santo Oficio. El cual no sólo bochó, desdeñosamente, la propuesta de cancelación, sino que infligió al benedictino Schuster una severa reprimenda ( ¡y aprovechó la circunstancia para declarar suspendida la asociación Amigos de Israel!).

Emma Fattorini ha concluido su intervención con la explicación de una duda, inseparable de la expresión de un arrepentimiento. Si el Vaticano, ya en 1928, hubiera aceptado omitir de la liturgia de la Pascua las fórmulas rituales sobre la perfidia de los judíos, ¿no habría quizás contribuido, de modo significativo, a poner freno a la creciente onda antisemita, que pronto produjo la tragedia de la Shoá? Pero el episodio del ´28 no fue la única ocasión en que voces autorizadas de la Iglesia Católica se elevaron en su propio interior, para argumentar sobre la oportunidad de una reforma litúrgica que cancelara de la plegaria "Pro Judaeis" las acusaciones contra la perfidia judía. Menos conocido es un episodio más antiguo, ocurrido en 1808: en la época de Pío VII y del Emperador Bonaparte. Un episodio del que hoy nada se sabría, si no fuera por la dureza de un valiente estudioso del Archivo Secreto Vaticano, monseñor Giuseppe Croce, que ha encontrado las huellas entre el polvo de amarillentos documentos.

En la primavera de 1808, cuando Toscana fue anexada al imperio napoleónico, las nuevas autoridades bonapartistas solicitaron a los obispos de la región que intervinieran sobre la liturgia del Viernes Santo con dos significativas reformas. Sobre todo, se requería de ellos sustituir la clásica plegaria por el Emperador de los Romanos por una oración por Napoleón,"Christianissimo imperatore nostro". Además, en la plegaria "Pro Judaeis", se solicitaba sustituir las fórmulas sobre los pérfidos judíos y sobre la perfidia judía -juzgadas "demasiado injuriosas"- con dos expresiones menos corrosivas, :respectivamente, "enceguecidos judíos" y "ceguera judía".

En espera de recibir del Papa instrucciones precisas, casi todos los obispos de Toscana acogieron las demandas de las autoridades napoleónicas con deferencia, y algunos hasta con entusiasmo. Quizás por obsequiosos con los nuevos amos, pero quizás, también, por sensibles a la necesidad de repensar la relación de los cristianos con los judíos, el obispo de Chiusi y de Pienza, el obispo de Pescia, el obispo de Pistoia y de Prato, el obispo de Fiesole, el obispo de Livorno, el vicario general de Florencia,, el arzobispo de Pisa, enviaron una circular a los párrocos de las respectivas diócesis, prescribiendo para las inminentes ceremonias de la Semana Santa tanto la plegaria en gloria de Napoleón Emperador, cuanto las nuevas palabras en las "preces por los judíos".

Pero, desde Roma, también, la reacción de Pío VII alcanzó a los obispos de Toscana a vuelta de correo, en la inmediata vigilia de Pascua. Ningún problema-explicó el papa- en aceptar la demanda de la oración por Napoleón como Emperador cristianísimo. Pero prohibición absoluta de sustituir en la plegaria "Pro Judaeis", "pérfidos" con "enceguecidos" y "perfidia" con "ceguera". "Si se hiciera ahora un cambio parecería que la Iglesia hasta ahora ha errado, y reconocería ahora en los judíos no más un error de malicia y de obstinación, sino de simple ceguera e ignorancia". Si las autoridades napoleónicas insisten -concluye Pío VII- que los obispos omitan de la misa toda la plegaria por los judíos, y ya se la restablecería en tiempos mejores. y fue así que en la Pascua de "aquel fatal 1808" ( como lo ha definido Monseñor Croce ), la liturgia del Viernes Santo no incluyó, en muchas iglesias toscanas, las palabras del odio. Por aquella única vez en más de mil años de historia del cristianismo.

Traducción del Corriere della Sera . Liliana Nissensohn.19 de agosto de 2007
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