Hace poco un amigo me envió un e-mail con un artículo. Lo curioso del caso es que se trataba de un escrito publicado hace casi cuatro décadas, en junio del ‘68. Un año luego de la Guerra de los Seis Días. Posiblemente antes de que nacieran muchos de quienes me pueden leer ahora. Apareció en uno de los diarios más prestigiosos de los EE.UU.: The Angeles Times. Pero lo sobresaliente es que lo escribió un simple trabajador portuario norteamericano. Se llamaba Eric Ofer, había nacido en 1902 en el seno de una familia de inmigrantes alemanes no judíos. A pesar de su trabajo manual (que dejó solamente al jubilarse), se convirtió en un filósofo social que escribió nueve libros e innumerables artículos, y obtuvo la Medalla Presidencial de la Libertad por su pensamiento.
A continuación se reproduce el artículo, presentado en una versión un tanto libre. Entre paréntesis, algunos comentarios propios que el tiempo transcurrido impone:
“LA EXTRAׁA SITUACI׃N DE ISRAEL
Por Eric Hoffer
Los judíos son un pueblo muy extraño: lo permitido a otras naciones está totalmente prohibido a los judíos. Otros países expulsan a miles, incluso a millones de personas, y no aparece ningún problema de refugiados. Rusia lo ha hecho, así como Polonia y Checoslovaquia. Turquía desarraigó de su suelo a un millones de griegos y Argelia, a un millón de franceses. Indonesia echó a quién sabe cuántos chinos, y nadie ha dicho una palabra.
Pero en el caso de Israel los árabes desplazados se han convertido en perennes refugiados para la eternidad. Todos insisten en que Israel habría de acoger a cada árabe. Arnold Toynbee (el famoso historiador antisemita) califica el desplazamiento de los árabes una atrocidad mayor que una cualquiera cometida por los nazis. Otras naciones cuando salen victoriosas en el campo de batalla, dictan los términos de la paz. Pero cuando gana Israel, éste debe rogar que se haga la paz. (Y siempre sale perdiendo)
Todo el mundo espera que los judíos sean los únicos cristianos del mundo (se refiere a los que perecieron perseguidos por los romanos). Cuando son derrotados, otros países sobreviven y se recuperan, pero de ser vencido, Israel será aniquilado. Si Nasser hubiera ganado en junio (la Guerra de los Seis Días) hubiera borrado del mapa a ese país, y nadie hubiese levantado un dedo para salvar a los judíos. Ninguna garantía rendida a los judíos por cualquier Gobierno que sea, incluso el nuestro, vale un miserable centavo. Se echa el grito al cielo en todo el mundo cuando mueren civiles en Vietnam, o cuando dos negros son ejecutados en Rhodesia (se ha de recordar la fecha en que se escribió el artículo; Darfur todavía no existía). Pero cuando Hitler asesinó a los judíos nadie se lo echó en cara. Los suecos, que estarían por romper relaciones diplomáticas con EE.UU. por lo que hacemos en Vietnam, no dijeron esta boca es mía cuando Hitler asesinaba a los judíos. En lugar de ello le enviaron mineral de hierro de primera calidad, y cojinetes de bolas, además de prestar servicios a los trenes nazis que iban a Noruega.
Los judíos están solos en el mundo. Si Israel sobrevive, será solamente por los esfuerzos de los judíos y por sus recursos. Y sin embargo, en este momento Israel es nuestro único aliado fiable e incondicional. Podemos confiar más en Israel, de lo que Israel puede confiar en nosotros. Y era suficiente imaginar lo que hubiera podido ocurrir el pasado verano (1967) si los árabes y sus amigos rusos hubiesen ganado la guerra. De hecho, se hubiese comprobado cuán vital es Israel para EE.UU. y el Occidente el general. Tengo un presentimiento que no me deja tranquilo: tal como están las cosas, lo que le ocurra a Israel habrá de ocurrir a todos nosotros.
De perecer Israel, todos habremos de sufrir un holocausto”.
Me parece que la tragedia ocurrida recientemente en Gaza otorga mayor actualidad a lo escrito hace tanto tiempo. Hoy Israel está siendo demonizado por el mundo; un lamentable error de puntería ha sido convertido en una norma: Israel es siempre culpable, porque lo hace adrede. Claro, en esas naciones “progresistas” nadie recuerda que los terroristas que lanzan Kassams contra Shderot, se parapetan tras los niños y las mujeres. Y obran de ese modo precisamente porque esperan que ocurra algún percance que enturbie la imagen de Israel. El hecho que para ello tengan que sacrificar personas inocentes, que son compatriotas suyos, no les importa un bledo. Para ellos, el fin justifica los medios. Para resumir: es tan cierto hoy lo que se escribió hace tanto tiempo, que se puede decir que Eric Ofer no fue solamente un portuario que se dedicó a la filosofía. Parece ser que también profetizaba.
Moshé Yanai