EL DIABLO CARGA LAS BUENAS INTENCIONES
por Pilar Rahola
Soy de jogging esforzado en la cinta kilométrica de mi casa, con boleros a destajo y algún programa chorra de televisión que mantenga adecuadamente apagadas las neuronas, no fuera caso que me diera por correr y pensar, y a la porra el relajo. Sin embargo, lo de la bicicleta lo considero desde una simpatía lejana, sin otra seducción que la que ofrece el paisaje al pasajero. Dicen que es una forma de vida, y debe de ser, a tenor de lo mucho que pedaleamos en las vidas que vivimos. Pero en fin, servidora aún no le ha encontrado la llave a tan ecológica y sostenible puerta.
Sin embargo, si no fuera por algún PERO substancial, iría. Esto de hacer una bicicletada a favor de Palestina me resulta tan atractivo que estoy por abandonarlo todo y darle al pedal cual posesa solidaria. Los buenos de siempre, atentos a cualquier desplazamiento de los malos, saben que hay algunos israelíes sueltos por las calles de Barcelona, no en vano Israel está en el Mediterráneo y de eso van a hablar estos días en Barcelona. Y, raudos y veloces ante cualquier estrella de David que vislumbren en el panorama, van a montar una concentración de bicicletas en defensa de Palestina. Como estoy a favor de un estado palestino y, muy especialmente, a favor de acabar con un problema sangrante que ha causado mucho dolor a ambos lados del conflicto, ésta podría ser mi manifestación, mi bicicletada y mi gesto por la paz. Sin embargo, en esta Barcelona diseñada tenemos una tan larga experiencia de actos solidarios que lo son tanto, que sólo son solidarios con uno de los pueblos que sufren..., pongo sobre la mesa mis personales condiciones para considerar que una manifestación a favor de Palestina es, realmente, una manifestación a favor de Palestina. Para decirlo en homenaje a Raymond Carver, pregunto ¿de qué hablamos cuando decimos que hablamos a favor del pueblo palestino? Para empezar, ¿esta fantástica bicicletada llevará una pancarta central en contra del terrorismo islámico que masacra a unos y autodestruye a los otros? ¿Pedalearán en contra de los campos de entrenamiento de niños, educados en el odio y en la muerte? En su esforzado gesto solidario, ¿serán los primeros en señalar con el dedo el papel de países fascistas como Irán o Siria, que movilizan todo tipo de recursos para alimentar el terrorismo? Atendiendo al hecho indiscutible que les preocupa el bienestar del pueblo palestino, leerán algún manifiesto en contra de la corrupción generalizada de las autoridades palestinas? ¿Pedirán explicaciones sobre los miles de millones de dólares de la fortuna de Arafat, desaparecidos por arte de magia? Y en su carrera hacia la coherencia solidaria, ¿se preguntarán por qué la enorme riqueza del petrodólar, que usa la causa palestina como retórica permanente de la demagogia, no dota al pueblo palestino de los recursos económicos pertinentes? ¿Por qué Arabia Saudí no paga infraestructuras, pero sí escuelas sexistas donde se enseña a las niñas palestinas el wahabismo integrista? Pedalearán pensando que, si los países árabes que todo el día hablan de los palestinos, dedicaran unos ínfimos recursos, Palestina sería un paraíso económico? Y mientras sudan la tripa pedaleando contra la maldad israelí, ¿recordarán la implicación de la práctica totalidad de países de la zona en contra de una paz con Israel? Más aún, democráticos, progresistas y comprometidos, nuestros queridos ciclistas ¿considerarán que la democracia israelí es la única, en toda la zona, que garantiza derechos democráticos? Finalmente, por ponerle un final que podría exigir decenas de preguntas más, ¿considerarán que los principales enemigos de la causa palestina son los que envían niños al suicidio, masacran personas en autobuses y en restaurantes, envilecen sus sociedades y alimentan una cultura de muerte que no tiene otra salida que la autodestrucción? Y después de todo esto, por supuesto, que pedaleen contra Israel.
Lo peor de este tipo de actos es el espejismo que crean. Prácticamente nadie pondrá en duda que estos ciclistas son gente solidaria preocupada por la emancipación de los pueblos. Y estoy segura de que es así. Sin embargo, también estoy segura de que se mueven por prejuicios hondos que, lejos de analizar en términos críticos pero ecuánimes la realidad, lo hacen desde criterios manoseados y muy contaminados por la pura propaganda. Llorar sólo con el ojo izquierdo no es llorar, de la misma forma que nadie aplaude con una sola mano. Y estos que montan este tipo de actos rutilantes y gritones, solamente lloran a un tipo de víctimas y sólo se irritan con un tipo de culpables. Y por supuesto, reducen al puro minimalismo la compleja realidad que interactúa en la zona. Puede que su actitud parta de la solidaridad y el compromiso. Pero me atrevo a decir, con bastante claridad, que, ni ayudan al pueblo palestino alimentando el paternalismo acrítico y la mirada romántica pertinente, ni consolidan la paz criminalizando a Israel.
Lo volveré a escribir para los duros de oído: el principal enemigo del pueblo palestino es el terrorismo islámico que actúa en su nombre. Y, por supuesto, el conjunto de aliados, miembros de la ONU, que lo financian, lo nutren y lo consolidan. De la misma manera, y sabiendo que sonará a provocación, pero convencida de ello, el principal aliado de la causa palestina es Israel, quizás el único que realmente quiere resolver el conflicto. ¿O están a favor de un estado palestino, libre y democrático países como Irán, Yemen o Siria? ¡Anda ya! Más allá de los ruidosos ciclistas y de todos los progres irredentos que encuentran en el antiisraelismo su deporte nacional, los palestinos más lúcidos -esperemos que Abbas entre ellos- saben que solo Israel les puede dar la mano en el proceso de liberación. Sin embargo, decir esto en la Barcelona que dibuja un conflicto maniqueo de víctimas y verdugos y que ha sido campeona en la demonización contra Israel, es casi un pasaporte para el exilio intelectual.
En fin, pedaleen ustedes, que es bueno para el colesterol. Pero no me vendan que ayudan al pueblo palestino. Ustedes sólo ayudan a la distorsión del conflicto.
Es decir, lo alejan de la paz.
PILAR RAHOLA : Diario El País. Madrid.