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Zalmen Hirshfeld - Por Moshe Korin.

Al Maestro, con Cariño:

 

Zalmen Hirschfeld

Por Moshé Korin

 

Escribí sobre tantas personalidades y tantos temas, sin embargo sobre éste, mi maestro, el vínculo que me unió a él, y mi especial devoción por el teatro ídish, hasta aquí no he podido hacerlo. Finalmente, luego de largo tiempo, en estas líneas intentaré esbozar una inicial y breve introducción a este tema, hablando de alguien que a su vez me hace hablar de mí mismo. Y lo haré con la profunda convicción de que más que un recuerdo, se trata de una presencia permanente, de la compañía constante de un amigo que convive aún conmigo en las profundidades de mi alma.

 

Mi hogar

Es por ello tan importante hoy para mí volcar en estos renglones, esa especial relación que he mamado desde mi hogar con la literatura y el teatro ídish, y que este maestro, Zalmen Hirschfeld —también actor y animador— sembró y cultivó en mí como precedente.

Ya desde pequeño, en mi casa, todo lo relativo a la literatura, el cancionero y el teatro idish despertaba siempre en mí un especial afecto.

Provengo de un hogar donde se trabajaba seis días a la semana (14 horas diarias). Y donde la gran distracción semanal era ir al teatro ídish, un verdadero deleite que compartía con mis padres y mi hermana, los domingos después de la siesta de los mayores.

Recuerdo que los niños no pagábamos entrada. Aún puedo verme en aquel teatro, junto a compañeros, amigos y vecinos, de pie frente a la barra del foso en el que se sitúa la orquesta. Aquella orquesta que fuera dirigida en una época por Herman Ludwik, luego por Straitman, Jacobo Fisher, Hojberg, y más tarde por Simón Tenovsky, entre otros.

 

Mi escuela

En mi escuela, como todos saben, la “Schólem Aleijem” de Villa Crespo, se nos educaba con alegría y emoción. A todos nosotros nos deslumbraban maestros que al mismo tiempo eran actores. Tuvimos el caso de Jordana Fain, maestra de Segundo Grado que era actriz del Teatro “IFT”, la maestra Berta Bialy (luego, esposa de Sneh) quien reemplazó a Jordana, era recitadora y actriz, el maestro de Cuarto Grado (lo que es hoy Quinto), Jaime Wasershprung que presentaba representaciones musicales espectaculares. Incluso el muy conocido actor Max Berliner, era maestro de música y de teatro, y yo participaba en las obras infantiles.

 

Cálido homenaje

Y así llego a quien quiero homenajear en esta nota, agradeciéndole con afecto y calidez la enorme huella que dejó en mi vida. El citado Zalmen Hirschfeld, fue mi maestro de los dos últimos grados de la escuela primaria (Quinto y Sexto, equivalentes al Sexto y Séptimo grado de nuestros días), así como también mi profesor en todos los años de la escuela secundaria y del Seminario de Maestros de Literatura Judía.

Por demás especial y emotivo es el agradecimiento que le debo por haberme incentivado y entusiasmado, a que realice mi “Bar Mitzvá”. Mi papá era un “apikoires” (alguien que tiene conocimientos, pero decide no cumplir con los rituales) pero, arribado el momento en que les comenté a mis padres mi decisión, sin dudarlo, me acompañaron en el emprendimiento.

 

Clases vivenciales

Así como ocurre cuando al despertar por la mañana y querer contar el sueño de la noche, lo hacemos desde lo más inmediato que recordamos yendo hacia atrás, también aquí quiero comenzar hablando de Zalmen Hirschfeld con lo más inmediato que llega a mi mente, y que es el tiempo que lo conocí, que lo traté, que lo tuve como maestro.

Sus clases de literatura eran sumamente vivenciales. Cuando no tenía el original, con sólo mirar un libro escrito en hebreo, él ya nos lo leía en idish, y hasta nos parecía que estaba escrito en idish, y viceversa. Además, su voz clara y profunda, su excelente dicción y la riqueza de su personalidad hicieron de él, un muy admirado profesor.

Nos leía la obra y, a un tiempo, nos representaba fragmentos de la misma. Así, pasaron por nuestras aulas los grandes personajes de obras de Schólem Aleijem como “Tevie”, “Menajem Mendel” y “Motl Peisi, el hijo del cantor”, o el “Dibuk” de An-Sky, “Kidush Hashem” de Schólem Asch y muchos otros.

Con el mismo fervor nos transmitía obras de la literatura hebrea: ¨Magash Hakesef¨ (La bandeja de plata) de Nathan Alterman, ¨Bab El Wad¨ (La entrada al valle) de Jaim Guri o ¨Hamatmid¨ (El estudiante de la Academia Talmúdica) de Jaim Nájman Bialik entre otras. También nos estimulaba con ejemplos de la Biblia, como cuando nos hacía representar en el aula, “El Cantar de los Cantares”.

Muchas veces al volver de un recreo, nos sorprendía con una parodia, la cual en el lapso de cinco o diez minutos (la duración del recreo) había improvisado, como por ejemplo: ¨Der josn iz a gueendikter / a docter abogade / un tzu dem nadn krigt er tzu / a puesto in der mercade¨. (El novio es un graduado / doctor en abogacía / y le complementan la dote / con un puesto en el mercado).

Estas parodias, cantadas con una melodía  conocida, luego él las popularizaba por la Radial Hora Hebrea (Idishe Shu).

Quién puede olvidar sus magistrales clases que brotaban espontáneamente, llenas de aforismos, de giros idiomáticos, humor, dichos, fábulas y adivinanzas salpicadas siempre con juegos de palabras y picardía, como por ejemplo:

¿Cuál es la diferencia entre ¨jalemítkes¨ y ¨jaleónkes¨?. Durante todo un día estuvimos buscando, preguntando y aprendiendo mientras buscábamos la respuesta. Nadie pudo dar en la tecla. Recién al día siguiente nos develó la incógnita: ¨Jale (jalá) con queso¨ y ¨Jale sin queso¨, lógicamente dicho en idish. 

 

Representaciones

A mi admiración, sumemos la de casi todos mis compañeros, por este maestro que siempre nos respondía con cariño. Y nuestro especial esmero se hallaba no sólo en la clase sino también en las frecuentes representaciones donde interpretábamos piezas teatrales, dirigidas por él o por otro maestro. Hirschfeld, que presenciaba muchos de los ensayos, siempre pulía algo.

 

Fue también maestro de ceremonias en los actos escolares e institucionales de toda la comunidad, invitando a sus alumnos a acompañarlo, para poder brindar una más acabada ilustración. Y de esa manera afianzaba los contenidos enseñados en el aula.

Recuerdo especialmente los Actos sobre el Gueto de Varsovia, sobre “Pésaj” o sobre “Iom Haatzmaút”.

 

Hirschfeld era más que un docente, era más que alguien encargado de impartir conocimientos; era un ser que anhelaba lograr la transmisión no sólo del saber, sino del sentir que conlleva la cultura judía y a esta misión se entregaba con suma pasión: Hirschfeld era un Maestro con mayúscula. Pues, ¿qué sería un maestro sino aquel que intenta con cada fibra, con cada aspecto de su ser que las enseñanzas que imparte devengan marcas, se tornen permanentes huellas que transformen en el presente o en el futuro a quienes enseña?

 

 

Noches de Kinderland

Lo que acontecía por las noches en la Colonia de Vacaciones ¨Kinderland¨, después de la cena y hasta que nos íbamos a acostar, especialmente en la terraza del primer pabellón, creo que merece una nota aparte.

Pero en lo que concierne al maestro Hirschfeld quiero rescatar de mi memoria los tiempos en los que él era invitado, durante la temporada de verano, a visitar la Colonia.

Hirschfeld pernoctaba allí una o dos veces durante ese lapso. Después de cenar nos reuníamos la mayoría de los ¨janijim¨ (educandos) y de los ¨madrijim¨ (líderes), a disfrutar del recital que él con emoción, humor y talento, nos ofrecía.

En uno de esos encuentros, nos sorprendió con una canción que había compuesto especialmente, durante  su viaje de ida en tren, desde la estación Once hasta Gowland, cantándola para nosotros con la tradicional melodía de ¨Tchiribím, Tchiribóm¨:

                                      ¨Oif der mape guit a kuk,

                                        fun undzer Arguentine.

                                        Oifn veg kain Chivilcoy

                                        Faran iz a Medine¨.

 

                                        ¨Dos land iz breit un grin un grois,

                                         Dos land iz shein , ¡a vunder!

                                         Di Republik eist Kinderland,

                                         A gan eidn far di kinder¨.

 

(Observen el mapa / de nuestra Argentina / camino a Chivilcoy / existe un Estado./ El país es ancho, verde y grande / el país es bello – una maravilla - / Kinderland se llama la República / un paraíso para los niños.)

 

Caminatas

En mis primeros años de alumno del Colegio Secundario —yo tenía 13, 14 y 15 años de edad— en los soleados mediodías  de invierno, iba a buscarlo donde él vivía, en Castelli y Valentín Gómez, para caminar juntos hasta el “Shule”, en Villa Crespo. A veces, hacíamos el trayecto al revés: yo lo acompañaba cuando él retornaba a la casa.  ֹl era muy popular en nuestro “ishuv” (comunidad)y yo tengo aún bien presente cómo en cada esquina de los barrios Once, Almagro y Villa Crespo, había siempre un grupo de judíos que al reconocerlo se le acercaban para charlar brevemente con él; a tal grado alcanzaba su popularidad. ֹl había sido actor profesional y en aquella época también actuaba, aunque ya esporádicamente.

 

Notable precisión

Ya de mis días de maestro de escuela —también, claro está, en el “Schólem Aleijem”— tengo muy presente el acto que se le hizo en el año 1963, cuando junto a su mujer —la actriz Ester Rápel, emprendía la “aliá” a Medinat Israel.

Su hijo Iehuda, nacido en Buenos Aires y algo menor que yo, quien se encontraba estudiando en la Universidad de Jerusalem, había decidido radicarse en Israel.

En la escuela, se le realizó una despedida pública que se desarrolló en el patio, totalmente colmado de gente que le quiso manifestar su cariño. Ese día se le entregó un registro con todos los nombres de los que habían sido sus alumnos. Entonces él comenzó a leer en voz alta los nombres y apellidos, y ya en la pronunciación que hacía de cada uno, se podía saber cuál era la personalidad de ese alumno. A veces acompañaba alguna acotación, y siempre con formidable justeza en el juicio emitido y con un sutil humor.

En todos los aspectos, fue la de Zalmen Hirschfeld una personalidad imborrable, alguien que dejó en todos y en cada uno de nosotros, el amor a las palabras y sed de literatura y de cultura en general – de la judía en particular - . ֹl logró lo más preciado de un acto pedagógico, mostrar la fascinación y el inagotable manantial que puede ser una obra, un autor, y en su caso, la cultura toda; y así transmitir a los más jóvenes el legado hecho de un insaciable disfrute que no se agota ante la ausencia física del maestro, sino que permanentemente se renueva.

 

La cuna de Zalmen Hirschfeld

Ahora sí, tal como cuando relatamos el sueño nocturno, vamos hacia atrás y nos ubicamos en los años previos a que lo conociéramos y tuviéramos la dicha y el honor de contarlo como nuestro maestro y profesor.

Zalmen Leib Hirschfeld nació en 1902 en la pequeña aldea de Stavisk (Polonia) como vástago tardío de sus padres: Mijael Iaakov y Sheine Shifre. Ellos tenían otros cuatro hijos mayores.

Su padre era el “roife” del “shtetl” —en ruso, “shtarshei feldsher”—, un médico informal con vasta experiencia. Durante seis años sirvió en el ejército zarista.

 

Influencia del “Rebe”

Autor de un ensayo —en ídish— sobre la historia de su Stavisk natal, titulado “Do iz gueshtanen main víguele” (Aquí estuvo mi cuna), allí escribe sobre sí mismo Zalmen Hirschfeld:

“Con Reb Alter en el jéder, yo aprendí el alef-bet y un buen y claro “ívri” (hebreo). Cuando muchos años más tarde, me inicié en el teatro hebreo como actor y los regisseurs e intérpretes alababan mucho (quizá exageradamente) mi clara pronunciación hebrea, mi buena dicción en hebreo, yo les solía decir: ´este saber, mi buen y claro ´ívri´, lo aprendí con el Rabi, el maestro de párvulos Reb Alter, en el perdido shtetl de Stavisk, situado en el borde noroccidental de la Polonia del Congreso´ (Congress Poiln - Polonia zarista)”.

 

Bachiller

Más tarde estudió en una Escuela Primaria rusa. Durante la Primera Guerra Mundial, se fue de Stavisk hacia Lodz, ciudad industrial polaca en la que cursa estudios en el “Gymnasium” (Escuela Secundaria) hebreo, graduándose de Bachiller en 1918 (a los 16 años de edad). A su vez, se formó en teatro en el estudio del Dr. Mijael Weichert (donde conoce a Ester Rápel, con quien se casa) y en la Academia Estatal Polaca, en Lodz.

Bajo la dirección del famoso “regisseur”, Dóvid Herman, es parte integrante de la “troupe” (compañía de artistas) que sale de gira. Ambos “regisseurs”, Mijael Weichert y Dóvid Herman, gestaron toda una generación de actores, quienes desarrollaron el mejor método del teatro europeo. Pusieron en escena las mejores obras clásicas del repertorio universal como también las creaciones más interesantes de la nueva —y muy seria— dramaturgia ídish, nacidas de las plumas de Itzjok Leibush Péretz, S. An-Sky, P. Hirschbein, Iaacov Gordin, Kobrin y Schólem Asch, entre otros.

Luego, se desempeña con grupos de varias ciudades polacas. Así, Hirschfeld se une al famoso teatro satírico “Azazel” y al teatro artístico ídish de Varsovia, “Wikt”, encabezado y dirigido por Zygmunt Turkow e Ida Kaminska. Y actúa también en el teatro ídish de Cracovia, bajo la dirección de Abrohom Morewski.  A su vez, desde 1928 actúa en el “Vilner Troupe” (de Vilna).

Durante esa época estudia en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Varsovia.

 

A la Argentina

Veamos la situación de nuestro país al llegar los años treinta del siglo veinte. En la Argentina ya existía entonces una importante colectividad judía con una muy diversificada actividad. Existían clubes y escuelas, templos, cementerios y congregaciones, y por supuesto también teatros. La Argentina —en particular Buenos Aires— pasaría a ser un equivalente de lo que fue años antes la vida de las juderías de Europa y Nueva York. Y si bien existieron corrientes sefardíes, el idioma idish pasó a ser parte importante de la mayoría del “íshuv”(comunidad). Incluso lo empleaban escritores, pensadores e intelectuales judíos. En general, se puede afirmar que en aquella época, la comunidad judía de la Argentina no padecía asimilación; o, por lo menos no lo era en el grado en que se habían asimilado las comunidades judías de los Estados Unidos, de Inglaterra o de Francia.

 

El Teatro Idish

Y esto dio como resultado que ya en los años treinta del siglo veinte, existiera aquí una pequeña —y rica— tradición del Teatro Idish, el llamado “Idisher Teater”. Ya había representaciones en cuatro o cinco salas teatrales. Las más populares y concurridas eran: “Soleil”, “Ombú” (donde fue su debut en Buenos Aires), “Mitre” y “Excelsior”. Cada sala con distintas características. Un teatro de un alto nivel artístico, otro con un contenido decididamente popular (llamado también “comercial”, “pasatista”), en el que se ponían en escena piezas más ligeras e incluso algunos engendros.

Cabe señalar un teatro que, aunque no profesional, se destacaba: el “IFT”

 

Arribo a nuestro país

Es en esa época y circunstancia, a comienzos de los años treinta en que emigran a la Argentina, Zalmen Hirschfeld y su mujer, Ester. Vale recordar que su esposa era proveniente de una muy famosa familia de actores, ¨el clan Rápel¨: integrado por la mamá Zina Rápel, su hermana mayor, la célebre “Tsile Tex” (junto a su marido Nusn Klinguer), Malvina (residente en los Estados Unidos) y Ana, la menor, quien estuvo casada con el actor Pinie Goldstein; este matrimonio fue también cabeza de ¨troupes¨ de vodevil.

 

En el mejor teatro

No bien arribados a Buenos Aires, Zalmen Hirschfeld —quien, como vimos, en Europa se había formado con el mejor repertorio, al lado de los más grandes artistas—, se suma inmediatamente al mejor teatro en idish. En este género ya había aquí grandes artistas como Iosef Maurer, Paulina Tajman, David Kaplan, Lachman, Straitman, Catia Plávina, Leo Blum, Berdiczcewski, Aarón Alexandrow, Salomón y Clara Shtramer, Isujer Handfus y Bela Ariel, Zilberberg, Leoníd Sókolov, Miriam y Shífrele Lerer, Samuel Iris, etc.

Más tarde surgirían muy buenos actores también en el género teatral más ligero y musical. Tales los casos de Max Pérlman y Guita Gálina, Henry Guero y Rosita Lóndner, Péisejke Burstein y Lilián Lux con sus hijos mellizos Mótele y Zísele, y otros, que fueron invitados a actuar en escenarios de diversos países, donde tuvieron gran éxito.

Repertorio

En sus treinta años de vida en la Argentina, Hirschfeld interpretó un extenso repertorio. Hizo excelentes roles en “Grine felder” (Campos verdes), de Péretz Hirschbein, obra en la que los roles protagónicos fueron interpretados por Jacob Ben Ami y Ester Rápel, “Crimen y castigo”, de Fiodor Dostoievski; “Sénder Blanc”, de Schólem Aleijem; “Los hermanos Ashkenazi” de I. I. Singer; en “El Dibuk” de S. An-Sky; “Kuni Leml” de Abraham Goldfaden; en “Un enemigo del pueblo” de Henrik Ibsen, y muchas más. Incluso dirigió la puesta en escena de “Di broitmil” (El molino de pan), de David Berguelson.

Erudito

Zalmen Hirschfeld, un eximio conocedor del idish y del hebreo, un erudito e intuitivo  buen pedagogo, fue un estudioso de la literatura en esas lenguas. En Buenos Aires además de actuar, fue desde 1948 hasta 1963 —como ya anticipé— Profesor de Literatura Judía de la Secundaria y maestro de la Primaria en el “Schólem Aleijem”.

A principios de los años `50 fue Director y fundador del primer Grupo Teatral Vocacional en Hebreo “Masaj” (Telón), en el cuál participaban especialmente los alumnos y ex alumnos del ¨Majón leLimudei Haihadut¨(internado); sus Directores fundadores fueron los Rabinos Shlesinger y Fink. Varias veces Hirschfeld, también actuó en ese grupo teatral.

En nuestro país, también recorría pueblos, ciudades, provincias y, en particular, las Colonias  Agrícolas Judías, llevándoles la palabra artística en lengua idish.

 

Recitador

Magnífico intérprete de la literatura judía, leía y recitaba a autores clásicos del ídish entre los que pueden citarse: Méndele Móijer Sfórim, Schólem Aleijem, Avróm Reisen, Der Túnkeler, Iosef Opatóshu, Dóvid Berguelson, Kádie Molodowsky, Jaim Grade, Jaim Nájman Bialik, Uri Tzvi Grinberg, Samuel Iosef Agnón, Mani Leib, Eliézer Shtéinbarg, Berl Grinberg, Bashevis Singer, Jaim Grade y Moishe Nadir, entre tantos otros.

Maestro de la palabra, poseedor de una bellísima dicción, Zalmen Hirschfeld conocía muy bien los diversos dialectos y las formas de pronunciación del idish según lo hablase un “poilisher” (polaco) o un “litvak” (lituano), un “galitzianer” (galitziano) o un “voliner” (volinio).

En Israel

Como ya adelantamos, junto a su esposa Ester, hizo “aliá” a Israel en 1963. Los primeros tiempos fueron difíciles. Una jugosa y no tan agradable anécdota nos relató a mi esposa Sara y a mí, durante una visita que hicimos a su casa en Holón.

Fue un día en que la “OLEI” de esa zona —que agrupa a los judíos latinoamericanos que hicieron “aliá”— anunciaba a la gente acerca de la recepción que le harían, y una señora preguntó: “Hirschfeld… ¿el de los brillantes…?”. (…) En aquellos tiempos iniciales él añoraba el ambiente judío de la Argentina. Pero prontamente logró inserción en el Teatro Israelí. Destaquemos que también era un exquisito conocedor del hebreo —tanto como lengua sacra como el moderno, con la pronunciación según la usanza sefardí—.

 

Teatro y cine

Fue así que Zalmen Hirschfeld se unió al Teatro Nacional Hebreo “Habima”, donde trabajó algunos años. Y, cuando Shmúel Atzmón crea el Teatro “Zavit”, Hirschfeld se incorpora allí como uno de los actores principales. Asimismo, participó en películas israelíes, tales como “El canal Blaumilch”, de Efraim Kishón y “Mi marido Mijael”, de Amos Oz.

 

Los años en escena

Zalmen Hirschfeld se mantuvo activo en la escena idish más de media centuria, durante casi sesenta años. Y aún hoy se pasan con frecuencia grabaciones de él en la audición de la hora idish en “Kol Israel” (la Radio de Israel).

Hirschfeld quedó viudo en 1980, cuando su mujer, Ester, falleció en Holón. ֹl murió nueve años más tarde que su esposa, con 87 de edad, en 1989, en la sacra Ierushalaim.

 

Buen hombre

El hijo de Ester y Zalmen Hirschfeld, Iehuda Ofer, se ha casado con Aldema, artista plástica, también argentina, padre de dos hijos (Ruth y Eliezer Mijael), trabaja actualmente en el Departamento de Español de “Kol Israel”. Al rememorar a su padre, dicen quienes bien lo conocen que,  brota de sus labios una acertada síntesis que lo describe tanto desde el amor de un hijo, como desde la objetividad de todo aquel que haya podido conocerlo: además de gran maestro y excelente actor, ha sido ante todo, un buen hombre y un muy buen padre.

 

Siempre presente

Hirschfeld fue tan cordial, entrañable y querido por todos, que el cariño y el respeto que hizo surgir en mí, su figura quedó grabada en mi memoria. Pero debo decir que más que evocarlo en mis recuerdos, su figura aún me acompaña, se trata de una permanencia, porque mi maestro Reb Zalmen, nunca se fue de mi mente ni de mi corazón.

Uno supone que con el tiempo y la distancia, todo tiende a disminuir. Pero no es éste el caso. Por el contrario, aquella intensidad del vínculo construida en mi niñez y adolescencia, se ha mantenido —y se mantiene— constante y con la misma frescura de entonces.

 

Presente en su ausencia

La voz de Zalmen Hirschfeld era amable. Y, en gran medida, su entonación, el énfasis siempre justo para decir lo propio, como para hacer hablar a los grandes clásicos de la literatura judía, me permiten aún oírlo. Y sentirlo tan presente en su ausencia. Una voz aguda y hermosa, una formidable dicción y una manera tan particular de vivir y sentir la literatura idish… que fue también una manera muy singular de hacérnosla vivir a nosotros. Quizá sea por esto mismo que durante tantos años de escribir biografías nunca tuve hasta hoy el coraje ni la fuerza de emprender la de este gran querido maestro mío. Porque nunca lo di —nunca lo doy— por muerto.

 

Estilo

Mi maestro Zalmen Hirschfeld me sigue hablando como a un niño o a un adolescente que demanda conocer. Y antes que transmitirnos un conocimiento enciclopédico, prefería hacerlo vivencialmente. Antes que aseveraciones contundentes, su estilo era el del relato que asombra e introduce en el hecho con todo el cuerpo y toda el alma.

 

Bellas palabras

Sabemos que las palabras son bellas no sólo porque adquieren una forma precisa, sino porque además nos brindan vida. Y en este aspecto fue también Zalmen Hirschfeld un hombre de bellas palabras.

Un hombre excepcional, “fuera de serie”, para decirlo en el lenguaje de estos días, que nos ha brindado un alimento espiritual indispensable para nuestra formación.

Uno duda si decir “lo extraño” por la sencilla razón de que como dije, siempre lo tengo presente. Quizá sí extrañe aquellas caminatas entre su casa y el “Shule” o asistirlo a él en eventos institucionales como el “Tercer Séder” o el “12 de agosto”, conmemorando el asesinato de los escritores, actores e intelectuales judeosoviéticos y tantos otros emprendimientos.

Hay quienes sostienen que los muertos viven en los vivos; entiendo que hay algo de eso, ya que en mí —como seguramente en muchos de los que fueron sus alumnos y discípulos— su presencia es permanente. Ni la muerte lo ha podido llevar.

Ocurre a veces, cuando un sentimiento es tan hondo como el que profeso a mi querido maestro Hirschfeld que las propias palabras no bastan y entonces acuden otras que vienen a nuestro auxilio para expresar una emoción profunda. Este es el caso y estas son las palabras que a mí acudieron para intentar ceñir la perdurable presencia de mi Reb Zalmen:

 

“(...) hay personas

cuya memoria

ilumina el mundo

después de haberlo dejado”.

 

“Esas luces brillan

en la más oscura de las noches

e iluminan nuestro camino...”

(Janá Senesh)

 

 

Perplejidad del asombro

Zalmen Hirschfeld, un hombre afectuoso y sabio, que vivía el conocimiento con la perplejidad del asombro y cuya mirada y voz nos transmitían el amor que hoy manifestamos públicamente por él. ¿Qué más puedo decir? Su luz cobijó mis años de niñez y juventud, su brillo me ha guiado y aún lo hace; su luz ha sido y es imperecedera.

Por ello, para nuestro Maestro, vaya este reconocimiento con el mayor cariño.

 

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