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El 27 de enero de 1945 tropas soviéticas llegaron al campo de exterminio de Auschwitz
Bienvenidos al nuevo sitio del Centro de Documentación y difusión Jaim Finkelstein. http://www.habait.co.il
"Jamás han estado de moda desde que Dios los abandonó". Esa es la primera oración de "Memoire sur les Juifs", escrita por el príncipe de Ligne, el del legendario ingenio, en 1801, y al leerla resulta difícil....
Hagamos juntos un pequeño ejercicio de memoria. ¿Recuerda Ud. cuántas instituciones educativas de la Red Escolar Judía cerraron sus puertas en curso de los últimos años?.......
Hasta 1879, el odio hacia los judíos no tenía siquiera un nombre especial. Ese año un tal Wilhelm Marr acuñó el término "antisemitismo" a fin de quitarle al fenómeno de toda connotación religiosa. El panfleto escrito por Marr que se llamaba "La victoria del judaísmo sobre el germanismo considerada desde un punto de vista no-religioso", proponía.....
NADIE QUE HAYA ESCRITO EN LENGUA HEBREA HA ALCANZADO SU FAMA. ES EL AUTOR ISRAELI MAS INTERNACIONAL, Y HA SIDO GALARDONADO ESTA SEMANA CON EL PREMIO PRINCIPE DE ASTURIAS DE LAS LETRAS. DE CAMINO HACIA BRASIL, HA HECHO UN HUECO PARA RECIBIR A EL MUNDO EN LONDRES
Borges llegó a afirmar, parafraseando a Paul Valéry (1871-1945), que la Historia de la literatura podría escribirse sin mencionar a un solo autor; debería ser la Historia del Espíritu como productor y consumidor de literatura.....
Alguna vez he escrito que el objetivo estratégico del terrorismo no es, en primera instancia, matar mucho, sino matar mucho para poder socializar el terror. A partir del momento en que el miedo se instala en el seno de una sociedad democrática,.......
La Argentina sufre el triste privilegio de ser el primer país del continente americano víctima del terrorismo suicida. Diez años antes del ataque a las Torres Gemelas de Nueva York, hicieron volar la embajada de Israel en Buenos Aires.....

Antisemitismo en la Argentina

Domingo Faustino Sarmiento

 

¨... El pueblo judío. Esparcido por toda la tierra ejerciendo la usura y acumulando millones, rechazando la patria en que nace y muere por un ideal que baña escasamente el Jordán, y a la que no piensa volver jamás. Este sueño que se perpetua hace veinte o treinta siglos, pues viene del origen de la raza, continua hasta hoy perturbando la economía de las sociedades en que viven, pero de las que no forman parte. Y ahora mismo en la bárbara Rusia como en la ilustrada Prusia se levanta el grito de repulsión contra este pueblo que se cree escogido y carece de sentimiento humano, el amor al prójimo, el apego a la tierra, el culto del heroísmo, de la virtud, de los grandes hechos donde quiera que se producen  ( articulo titulado Somos extranjeros, en el Censor, Buenos Aires, 1886)

     Nos declaramos desde ahora en huelga para perseguir a la raza semítica, que con Cahen, Rotschild, Baring y todos los sindicatos judíos Joachim y Jacob que pretenden dejarnos sin patria, declarando a la nuestra articulo de ropa vieja negociable y materia de  industria.. ¡ Fuera  la raza semítica ¨ ( publicado en  El Diario, 5 de enero de 1888.

     Cincuenta años después, cuando buena parte de la Argentina liberal, incluso algunas izquierdas y parte de la intelectualidad judía, dedicaban mucho tiempo y espacio a rendirle culto a Sarmiento, la revista católica  Criterio ( que dirigida por monseñor Gustavo J. Franceschi expresaba continuamente su aversión por los judíos, por sus vínculos con el comunismo internacional, hasta el punto de que en 1938 llego a proponer la expulsión de todos los hebreos) recordó esas expresiones antisemitas publicadas por el sanjuanino sobre el final de sus días y, en tono de burla y satisfacción, se mofo de los homenajes incoados por los sectores antifascistas.

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Jorge Luis Borges.

Alegato inédito contra el antisemitismo.

Agosto de 1932.

Ciertos desagradecidos católicos —léase personas afiliadas a la Iglesia de Roma, que es una secta disidente israelita servida por un personal italiano, que atiende al público los días feriados y domingos— quieren introducir en esta plaza una tenebrosa doctrina, de confesado origen alemán, rutenio, ruso, polonés, valaco y moldavo. Basta la sola enunciación de ese rosario lóbrego para que el alarmado argentino pueda apreciar toda la gravedad del complot. Por cierto que se trata de un producto más deletéreo y mucho menos gratuito que el dumping. Se trata —soltemos de una vez la palabra obscena— del Antisemitismo.
Quienes recomiendan su empleo, suelen culpar a los judíos, a todos, de la crucifixión de Jesús. Olvidan que su propia fe ha declarado que la cruz operó nuestra redención. Olvidan que inculpar a los judíos equivale a inculpar a los vertebrados, o aun a los mamíferos. Olvidan que cuando Jesucristo quiso ser hombre, prefirió ser judío y que no eligió ser francés ni siquiera porteño. Ni vivir en el año 1932 después de Jesucristo para suscribirse por un año a Le Roseau d''Or. Olvidan que Jesús, ciertamente, no fue un judío converso. La basílica de Luján, para El, hubiera sido tan indescifrable espectáculo como un calentador a gas o un antisemita. Borrajeo con evidente prisa esta nota. En ella no quiero omitir, sin embargo, que instigar o Dios me parece una tristísima actividad y que hay proyectos edilicios mejores que la delicada reconstrucción, balazo a balazo, de nuestra Semana de Enero —aunque nos quieran sobornar con la vista de la enrojecida calle Junín, hecha una sola llama.   J.L. Borges.

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"El sufragio universal es una herramienta judia........"

"Con mate, para despistar......."

 

César Tiempo y el antisemitismo en la Argentina


Las razones de publicación del texto de César Tiempo de 1935

“Corrían los primeros días del año 1919. Una gran huelga de metalúrgicos habíase generalizado en Buenos Aires, y las noticias más inverosímiles acerca de una revolución maximalista propagábanse de un extremo a otro de la ciudad. La tarde del viernes 10 de enero, el tío Petacóvsky estaba, como siempre, sentado junto a sus libros, tomando mate. Había despachado a los chicos más temprano, por ser víspera de sábado y porque en el barrio reinaba cierta intranquilidad.

La calle Corrientes, tan concurrida siempre, ofrecía un aspecto extraño, debido a la interrupción del tráfico y a la presencia de gendarmes armados a máuser.

A eso de las cinco y media, un grupo de jóvenes bien vestidos hizo irrupción en la acera del boliche, vitoreando a la patria. Atraído por los gritos, el tío Petacóvsky, que seguí tomando mate, asomó la cara detrás de la vidriera, todo temeroso, porque, hacia un momento, Daniel había salido a decir su kadish.

Uno del grupo, que divisó el rostro amedrentado del tío Petacóvsky, llamó la atención de todos sobre el boliche, y los mozos detuviéronse frente al escaparate.

-¡Libros maximalistas! –señaló a gritos el más próximo –¡Libros maximalistas!...

-Ahí está el ruso detrás –objetó otro.

-¡Qué hipócrita, con mate, para despistar!...

Y un tercero:

-Pero le vamos a dar libros de “chivos”...

Y, adelantándose, disparó su revólver contra las barbas de un Tolstoi que aparecía en la cubierta de un volumen rojo. Los acompañantes, espoleados por el ejemplo, lo imitaron. En un momento cayeron, entre risas, todos los libros de autores barbados que había en el escaparate. Y, en verdad, la puntería de los jóvenes habría sido cómica, de no fallar una vez y costarle con eso la vida al tío Petacóvsky”.

(Fragmento del cuento Mate Amargo, del libro La Levita Gris, cuentos judíos de ambiente porteño, de Samuel Glusberg, publicado por editorial Babel en 1924).

Este cuento marca un suceso poco recordado por la colectividad judía institucionalmente y, por supuesto, por los libros de nuestra historia nacional. Pero en la Argentina, en la ciudad cosmopolita de Buenos Aires, tan liberal ella, hubo un progrom. Y, al igual que la Semana Trágica o los sucesos de las huelgas de la Patagonia donde se fusilan obreros, sucedieron bajo el gobierno de Hipólito Yrigoyen.

El grupo de “jóvenes patriotas” que menciona Glusberg en su cuento pertenecía a la Liga Patriótica. Durante la Semana Trágica, para la represión del movimiento obrero, el gobierno, además de utilizar a la policía y al ejército, los autoriza a inscribirse en las comisarías como efectivos policiales.

Es bueno recordar que una de las excusas que se esgrimieron para reprimir sangrientamente a los obreros en la Semana Trágica, fue el supuesto descubrimiento de un “complot maximalista”. Según Hugo del Campo (Todo es Historia, Centro Editor de América Latina, 1971) “la versión resultaba evidentemente ideal: no sólo permitía desvincular al movimiento de sus raíces sociales, olvidar su carácter masivo y encontrar un “culpable”, sino también reforzar la unión de todos los sectores “patrióticos” contra la agresión de origen extranjero y presentar al gobierno como el salvador del orden social y de la soberanía nacional. Lástima que no podía durar: pronto se supo que Wald (Pedro Wald, futuro dictador y jefe del Primer Soviet de la República Federal de los Soviets Argentinos, según las versiones que se difundían) era un pacífico socialista que trabajaba en el diario Die Presse  y dirigía el periódico judío Avangard, donde siempre había expuesto sus ideas moderadas”.

Por supuesto, el “descubrimiento” del complot sirvió para acrecentar el antisemitismo de los “patriotas”. Los grupos civiles que colaboraban con la represión recibían adiestramiento en el Centro Naval, además de armas y vehículos. Los marinos que brindaban estos servicios educativos eran dirigidos por el vicealmirante Domecq García. Los enemigos eran los “rusos” y había que encontrarlos en sus propios escondites. “Una obcecación popular o un sobresalto patriótico han sembrado en nuestros hogares el pánico y la desdicha desde hace cinco días, como si, redivivo el terror en las calles de Buenos Aires, se necesitara sacrificar a millares de inocentes”, sostenía el manifiesto de la colectividad israelita publicado en “La Época”, el 15 de enero de 1919. En su Guía del buen sentido social (folleto de 1920), la Liga Patriótica Argentina hablaba de “esa runfla humana sin Dios, Patria ni ley...”. El llamado “terror blanco” tuvo su bendición en una reunión realizada en el Centro Naval, bajo la presidencia de Domecqu García. Allí concurrieron representantes del Jockey Club, Círculo de Armas, Club del Progreso, Yacht Club, Círculo Militar, Damas Patricias, los obispos Piaggio y D’Andrea y otras personalidades.

César Tiempo (1906-1980) tenía conciencia de esta historia. Y también sabía quién era Gustavo Martínez Zubiría, cuyo seudónimo era Hugo Wast (1883-1962). El folleto que aquí reproducimos es una valiente denuncia del antisemitismo en la Argentina. Claramente dice que el pensamiento antisemita de Hitler tiene sus émulos en el Río de la Plata. Y que éstos ocupan lugares en el poder.

El folleto fue escrito en 1935, cuando Israel Zeitlin (César Tiempo) contaba con 29 años. Ya había publicado Versos de una... (1924) bajo el seudónimo de Clara Beter, el Libro para la pausa del sábado (1930), Sabatión argentino (1933), una obra de teatro y había obtenido el Primer Premio Municipal de Poesía (1930)

Para entonces Hugo Wast era uno de los escritores más leídos del país. Y en ese año publicaba Buenos Aires, futura Babilonia, El Kahal, Oro. 

Y en 1935 en el país, Manuel Fresco era nombrado interventor en la Provincia de Buenos Aires, llegando así a su máxima expresión el “voto cantado”. Lisandro de la Torre debatía en el Senado de la Nación denunciando el monopolio de los frigoríficos, actitud por la cual se intentó asesinarlo en la propia cámara, siendo finalmente ultimado el senador Enzo Bordabehere. Como muestra de la magnificencia de la oligarquía, se inauguraba el edificio Kavanagh. Y Enrique Santos Discépolo estrenaba su tango más célebre: Cambalache. 

El Jabalí publica este texto por dos motivos sencillos: poner nuevamente sobre el tapete una parte de nuestra historia no muy conocida (o convenientemente olvidada, elija el lector la actitud que prefiera) y por su palpitante actualidad, ya que Los protocolos de los sabios de sión lamentablemente siguen estando en muchos kioscos y librerías de la Argentina.

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Cien años de Antisemitismo en la Argentina

(Capítulo Diecisiete)

Hace sesenta años, el apoyo de la Iglesia argentina a los nazis: nuevos datos
Herman Schiller

Según relata Bernardo Kleiner en su interesante y documentado libro "Veinte
años de movimiento estudiantil reformista" (Editorial Platina, Buenos Aires
1964), el 20 de junio de 1941, Día de
la Bandera
, justo dos días antes de la
invasión hitleriana a
la Unión Soviética
, un grupo de estudiantes,
acompañados por numerosos obreros, reclamó del consulado alemán en Córdoba,
con oficinas en
la Avenida Colón
, que la bandera argentina flameara en sus
balcones.
Ante la negativa germana, los estudiantes organizaron varios actos
relámpago. Cuando se aglomeró el público al grito de "abajo el nazismo,
viva la bandera argentina", un dirigente de
la Federación Universitaria
de
Córdoba se encaramó al mástil. Y, ante la expectativa general y la amenaza
armada de los burócratas del consulado, el estudiante arrancó la bandera
nazi haciéndola pedazos, en medio de la clamorosa ovación de los asistentes,
quienes realizaron luego una combativa manifestación por las calles de la
ciudad.
"
La Voz del Interior" de Córdoba y " La Nación
" de Buenos Aires, diarios de
derecha que entonces coqueteaban con las "potencias anticomunistas", no
ocultaron su indignación por el "ingrato episodio". Y "El Pampero", rotativo
nazi que estaba directamente financiado por el embajador alemán Von
Thermann, rugió: "Fueron atacados consulados de países amigos".
La Alemania
nazi protestó entonces con una reclamación diplomática,
presionando al gobierno de Ramón S. Castillo (de cuyas simpatías por el
fascismo ya nos ocupamos en nuestra entrega anterior) para que intervenga la
provincia mediterránea. El periódico local "Córdoba" describió el episodio
de este modo: "... el joven estudiante que había subido y que alcanzó un
extremo de la bandera nazi, se colgó de ésta y sin soltarla saltó a la
acera. El peso del cuerpo hizo que el asta de la bandera se quebrara cayendo
todo al suelo, donde fue recogida por los manifestantes que en aquel mismo
momento la destrozaron...".
Los pedazos de la bandera nazi fueron disputados por los asistentes al acto;
obreros y estudiantes los guardaron como verdaderos trofeos de la lucha
antifascista.
Casi inmediatamente se desató una ola de antisemitismo feroz en todo el
país. "Los usureros judíos y el marxismo internacional no nos van a impedir
que
la Argentina
mantenga relaciones con aquellos países que están luchando
bravamente contra el comunismo apátrida", rezaba un volante profusamente
distribuido por
la Legión Nacionalista
en la ciudad de Buenos Aires y que
terminaba de este modo:
"¡Viva la patria! Abajo el judaísmo y el comunismo, fuentes de miseria y
esclavitud!".
Resulta curioso que, pese a la masiva participación judía en los movimientos
antifascistas, el joven que protagonizara aquella acción ante el consulado
alemán en Córdoba no fuera judío sino de origen árabe. Se trataba de
Fernando Nadra que, luego, sería encumbrado a la dirección del Partido
Comunista Argentino; y, aunque se trata ya de otra historia más reciente
que merecería varios libros, en 1976 -ya de viejo- fue uno de los artífices
del apoyo que el PC, diez años antes de la autocrítica desarrollada en su
XVI Congreso, le brindara a la dictadura "cívico-militar" de Videla.
Pero en el ´41 Nadra era un joven combativo de inequívocas posiciones
an-tifascistas; y, a raíz de su arriesgada acción en Córdoba, fue procesado
y detenido junto a otros veinticuatro estudiantes reformistas "en virtud del
estado de sitio" implantado en todo el país para "ahogar las crecientes
manifestaciones del pueblo contra el fascismo y la guerra", de acuerdo al
libro de Kleiner.
En esos días fueron clausuradas tres escuelas judías de
la Capital Federal

"por no funcionar en las debidas condiciones higiénicas"; y, poco después,
corrió la misma suerte, el Asilo de Huérfanos Israelitas de Cabildo 3642.
Los diarios ironizaron sobre la "mugre judía"; y la inefable "Clarinada"
vomitó:
"El ojo vigilante de nuestras autoridades sanitarias tiene a mal traer a
los jacoibos que echan pestes y culebras a autoridades tan exigentes que
quieren la limpieza en todas partes".
Resultaba obvio que el tema de la "higiene" era una burda excusa para
impedir el normal funcionamiento de las instituciones judías, visualizadas
por el régimen imperante, inclusive en el ámbito parlamentario, como una
"fuente de subversión comunista".
Los dirigentes de la comunidad judía, una vez más, en lugar de enfrentar
estas provocaciones con dignidad y denuncias, iniciaron una seguidilla de
reuniones para cumplir con los "requisitos higiénicos" de las autoridades.
"Clarinada" tomó conocimiento de esta movilización en tono de burla:
"Los circuncisos acaban de deliberar en la calle Azcuénaga 280 para limpiar
las instituciones judías. Pero la mona aunque se vista de seda, mona queda;
y los judíos, roñosos por naturaleza, que nos han traído la roña desde
Europa para infectar a
la Argentina, jamás podrán lavar sus culpas
milenarias. ¡Fuera con ellos! Es hora de limpiar el país ensuciado por
estos microbios malignos. En la reunión de la calle Azcuénaga designaron
una comisión especial´ integrada por jacoibos como Favelukes, Gauchaner,
Jenik, Gerzenstein, Gercovich y Garfunkel. Pero la roña se limpia con
higiene y no con más roña circuncisa".
En aquella primera etapa de la guerra mundial, cuando parecía que el
hitlerismo estaba triunfando y nadie podría pararlo, las fuerzas antisemitas
en
la Argentina
, estimuladas por vastos sectores militares y eclesiásticos,
fueron adquiriendo mayor soberbia. En el ámbito universitario, pese a las
movilizaciones an-tifascistas y de izquierda, la vida de los judíos se hizo
prácticamente insostenible.
"La rebeca Beatriz Gogosch -puntualizó con satisfacción "Clarinada" a
principios del ´42- está en mala situación. Es ayudante de farmacia en el
Hospital Piñeyro, donde un grupo de estudiantes y practicantes bien
inspirados tratan de impedir que en ese puesto de responsabilidad una vulgar
judía tenga algo que ver con la vida de los que van a curarse allí. Los
patriotas e idealistas muchachos no pretenden una cosa del otro mundo.
Juzgan que ese puesto debería estar ocupado por un no judío, ya que existe
un hospital judío donde la susodicha rebeca puede ir a hacer toda clase de
experimentos. Por eso a toda alimaña judía que sienta allí su infecta planta
le hacen la vida imposible, y tratan de ahuyentarla por otros medios, ya que
el flit no los destruye. ¡Bravo por los muchachos del Piñeyro, y que se
inspiren en ellos todos los mentecatos, que en nombre de un mentido
sentimiento de fraternidad dejan que el judío les ponga la bota encima!".
La Iglesia , mientras tanto, envuelta en una psicosis anticomunista, no
ocultaba su preocupación por el auge de las huelgas dirigidas por "elementos
del comunismo, en su mayoría de origen judío". Especialmente le angustiaba
la maduración de un frente popular que, integrado por radicales,
socialistas y comunistas, pensaba presentarse a los comicios de 1943.
La comisión que se formó en
la Cámara
de Diputados para investigar las
actividades nazis en
la Argentina
(que estaba encabezada por Raúl Damonte
Taborda y Enrique Dickman y de la cual nos referiremos más extensamente en
otras entregas) denunció el papel de los curas fascistas.
La Iglesia , oficialmente, se cuidó bastante de asumir abiertas actitudes
antisemitas, pero muchos de sus voceros más destacados (por ejemplo,
monseñor Gustavo J. Franceschi, director de la revista católica
"Criterio", y particularmente el diario "El Pueblo", que era considerado
poco menos que un órgano oficioso de la jerarquía eclesiástica) aludían a
las "intrigas judías" cada vez que alguien, desde el Congreso o desde el
periodismo, acusaba a las instituciones representativas de la religión
oficial como promotora del odio racial.
En aquellos días, el padre Virgilio Filippo (que en 1946 sería diputado
peronista y, según Loris Zanatta, en su libro "Del Estado liberal a la
nación católica", encarnaba a uno de "los más difundidos divulgadores
anticomunistas y antisemitas") arremetía contra los judíos en sus charlas
propaladas por LR8 Radio Cultura, acusándolos una y otra vez de ser los
"promotores del avance comunista en el mundo".
Fue en medio de ese clima -y Zanatta lo subraya con particular énfasis- que
el ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Castillo, Enrique Ruiz
Guiñazú, admirador de los regímenes fascistas, decidió ofrecer un banquete
en honor del Episcopado argentino, que participó en su totalidad.
Ruiz Guiñazú (padre de la conocida periodista  Magdalena Ruiz Guiñazú)
había sido el encargado de mantener la "neutralidad" argentina, tan elogiada
hoy por la historiografía nacionalista pero que en esencia, en aquella
época, servía de perillas a las "potencias nacionales".
A raíz de algunas versiones surgidas en esos momentos, había extremada
inquietud en el clero argentino por la posibilidad de que el gobierno
cambiara su posición "neutral" (cosa que, de haberse producido, según los
curas, hubiera favorecido la "estrategia comunista"), pero Guiñazú, en una
prolongada reunión mantenida con el nuncio apostólico, tranquilizó a
la
Iglesia
y prometió continuar con "el neutralismo y la política
anticomunista". El banquete de referencia terminó por subrayar "la inmutable
doctrina del Evangelio que rige los destinos del país", según lo expresado
por el propio cardenal Copello, que en esos primeros tramos de la década
del cuarenta también solía estimular a los factores antisemitas.
La Iglesia , siguiendo el ejemplo de
la España
de Franco, tenía necesidad de
reafirmar en
la Argentina
, y a cada instante, la consigna de "Argentina
católica". Y, por eso, obsesivamente, denunciaba permanentemente "la
disolución que emanaba del judaísmo y del comunismo". Eso ocurría inclusive
en oportunidad de episodios menores que
la Iglesia
magnificaba, a veces
hasta el paroxismo.
Por ejemplo, los legisladores de Catamarca, seguramente en el contexto de
uno de esos habituales actos de corrupción protagonizados por los políticos
argentinos a lo largo de la historia, votaron entre gallos y medianoche una
ley que permitía la apertura de las casas de juego en la provincia. Los
católicos, entonces, lanzaron una verdadera cruzada encabezada por monseñor
Hanlon, acusando a los judíos, a los comunistas, y "a los males de la
democracia" (sic) por la concreción de "semejante enormidad".
La Iglesia , en aquellos días, apostaba a lo que se conocía como el
"nacionalismo restaurador". Y, de acuerdo a Zanatta (que a mi juicio es uno
de los investigadores más serios de las posiciones políticas de la Iglesia
argentina), "muchos militantes católicos enarbolaron el nazismo como su
propia bandera". Esto, por ejemplo, quedó claro el 1º de mayo de 1941,
cuando muchos de ellos tomaron parte de una manifestación derechista,
luciendo el distintivo de
la Accion Católica
y vivando a "Cristo Rey",
Hitler y Rosas, según consta en las crónicas periodísticas de la época y en
una interpelación parlamentaria. En esa oportunidad, las campanas de la
iglesia de San Nicolás repicaron al paso de la marcha y el general Juan
Bautista Molina (ferviente admirador del nazismo y uno de los ideólogos de
la banda paramilitar Alianza Libertadora Nacionalista que había sido
fundada por Juan Queraltó en 1937) concurrió para brindarles su entusiasta
apoyo.
De más está decir que los manifestantes vocearon estribillos hostiles a los
judíos y exigieron su muerte o, en el mejor de los casos, su deportación. Y,
además, se distribuyeron octavillas con la reproducción del párrafo extraído
de "El judío", original del cura Julio Meinvielle y uno de los mas feroces
antisemitas de todos los tiempos en
la Argentina
(fue el mentor de varios
grupos nazis y, ya en la década del sesenta, se convirtió en el principal
ideólogo de
la Guardia Restauradora
Nacionalista que, en febrero de 1964,
asesinó en su casa de Azcuénaga y San Luis al joven judío Raúl Alterman).
Ese párrafo del cura Meinvielle, distribuido en millares de hojas, decía
así:
"Los cristianos no deben trabar relaciones comerciales, ni sociales, ni
políticas con los judíos, casta perversa que hipócritamente ha de buscar
nuestra ruina. Los judíos deben vivir separados de los cristianos, porque
así se lo ordenan a ellos sus leyes, y además, porque son infecciosos para
los demás pueblos. Si los demás pueblos rechazan estas precauciones, tienen
que atenerse a las consecuencias, o sea a ser lacayos y parias de esa raza".
El diario "El Pueblo" festejó "el éxito" (sic) de la marcha y, muy poco
después, pese a que
la Iglesia
oficialmente trató de tomar distancias del
lenguaje ultraderechista, el Episcopado consintió que se desarrollaran en
el seno de
la Iglesia
"cursos" dedicados al libro "Concepción católica de la
política" del propio Meinvielle, que había sido escrito poco después de
producida la invasión hitlerista a Polonia.
Durante largos años, subraya Zanatta, "el fascismo encarnó la realización
del Estado católico y antiliberal para los católicos argentinos". Las
guerras de Etiopía y España no hicieron más que acrecentar el prestigio del
régimen de Mussolini frente a los ojos de buena parte de la feligresía
católica y, ante la aparición de algunas figuras de
la Iglesia
que
criticaban a los gobiernos del Eje (por ejemplo, monseñor Miguel de Andrea,
que había apoyado en enero de 1919 la represión antisemita de
la Semana
Trágica
, pero que después produjo un giro "liberal"), las fuerzas
hegemónicas de
la Iglesia argentina se apresuraron en 1942 a
tranquilizar al
embajador del Duce, porque, adujeron, la corriente "autoritaria (sic) y
ortodoxa", "latina e hispánica", en otras palabras la corriente pro
fascista, era por lejos mayoritaria y contaba con el apoyo de los obispos.
De todos modos en Roma no ocultaron su preocupación por la aparición de
grupos antifascistas en el seno de
la Iglesia. Preocupación
que aumentó
cuando en junio de 1942 causó revuelo en Buenos Aires la aparición de una
revista democrática llamada "Orden cristiano".
"El Pueblo", que un prelado influyente como monseñor Buteler había
calificado como un diario que "goza de la más estricta confianza del
Episcopado argentino", desaconsejó abiertamente la lectura de "Orden
cristiano". Y el cardenal Santiago Luis Copello, que fue uno de los jerarcas
de
la Iglesia
más consustanciados con posiciones de ultraderecha, prohibió
lisa y llanamente su lectura. En cambio instó a brindarle apoyo a las
publicaciones nacionalistas.
El beneplácito del catolicismo oficial con el régimen de Mussolini era a
principios de la década del cuarenta, abierto y evidente. La revista "Sol y
luna", por ejemplo, que hasta poseía un "censor eclesiástico", adhirió sin
medias tintas al fascismo; y su director, Juan Carlos Goyeneche (que en 1955
apoyara decididamente el golpe contra Perón, como lo apoyaron muchos de los
sectores de ultraderecha que acompañaron a Lonardi) llegó en 1942,
integrando una delegación católica que viajó a Europa, a ser recibido por
Franco, Ribentropp y el propio Mussolini.
La Iglesia oficial legitimó entonces a los muchos Goyeneches del campo
católico. Y, como lo documenta Loris Zanatta en el citado libro, el
catolicismo "hizo propia la estrategia de la colaboración con los
movimientos fascistas". Los diarios "El Pueblo" de Buenos Aires y "Los
Principios" de Córdoba recibían subvenciones de la embajada italiana; y
otro tanto ocurría con "Crisol", diario católico nacionalista que fue
elogiado por la embajada italiana porque "combate enérgicamente al judaísmo
y la influencia anglo- americana en
la Argen-tina
".
"Los Principios" llegó a publicar semanalmente desde 1935 y hasta bien
entrada
la Segunda Guerra
Mundial, una página entera dedicada a los "logros
de
la Italia
fascista" preparada por el consulado italiano en Córdoba.
Según AMAE (Archivo del Ministero degli Esteri italiano), Telexpreso N°
21118-983, publicado en Buenos Aires el 19 de mayo de 1939, "los
diplomáticos italianos, dada la buena imagen que ´Los Principios´ brinda
del gobierno del Duce, han resuelto aumentarle las sumas que se le
destinan, ya que se trata de un periódico que es leído por aproximadamente
10.000 personas, entre las que se destacan los párrocos que en las
comunidades rurales son muy escuchados".
De todos modos el diario católico más difundido en esa época era "El
Pueblo", donde Mussolini fue objeto de numerosos panegíricos. Porque era "el
genio" que había "transformado el conflicto en armonía", considerando
además que el fascismo había sido "el artífice de una de las legislaciones
más perfectas del mundo".
El antisemitismo católico se expresó continuamente en aquellos años, sobre
todo en sus numerosos órganos de difusión. En 1942 visitó
la Argentina
el
escritor judío Waldo Frank. Muchos católicos lo acogieron con insultos,
"Clarinada" le dedicó páginas enteras de diatribas y, además, fue objeto de
un duro ataque físico. Algunos cristianos reaccionaron porque se sintieron
incómodos con la agresión, pero inclusive en esa reacción no pudieron
desprenderse de sus viejos prejuicios. Por ejemplo, monseñor Gustavo J.
Franceschi, director de la revista "Criterio" y una suerte de intelectual
muy respetado por
la Iglesia
, dijo que no estaba de acuerdo con los métodos
utilizados para enfrentar a Frank. "Para repudiar a los hebreos hay que
acudir a otros argumentos", pontificó. De esta manera,
la Iglesia
admitió
oficialmente que existían razones para "repudiarlos" y estas razones eran
las mismas que hacían "repudiables" a los socialistas, comunistas y hasta
los liberales y protestantes. No siendo católicos, y por ende no
reconociendo en la catolicidad el fundamento de la identidad nacional,
"ellos" eran "naturalmente" enemigos.
Zanatta, en su excepcional trabajo, acentúa que el caso de los judíos se
agravó por el hecho de representar un elemento de heterogeneidad confesional
que turbaba el monopolio católico. Muchos de los colaboradores de "El
Pue-blo" definieron a las sinagogas como "antros anticristianos" y, en el
propio seno de
la Iglesia
, fueron ocupando posiciones de liderazgo y
jerarquía muchos de los sacerdotes que no ocultaban su virulento
antisemitismo.
Un ejemplo sintomático. En octubre de 1938, la "Unión de católicos amigos de
Israel" (entidad minoritaria que trataba de diferenciarse de
la Iglesia

oficial) le solicitó a la dirección de
la Acción Católica(que en aquellos
años era una institución de enorme poder y gravitación) permiso para
reunirse en sus locales.
La Acción Católica
respondió modificando sus
reglamentos, de modo tal de reservar únicamente para sus afiliados directos
el uso de sus instalaciones.
En esos mismos días, el "Comité contra el racismo y el antisemitismo" invitó
a
la Acción Católica
a colaborar en la preparación de una jornada de
fraternidad entre las razas. Sus dirigentes se negaron categóricamente,
sosteniendo que "
la Acción Católica
Argentina, por sus estatutos, no puede
intervenir en actos de esa naturaleza".

Y, como colofón, por hoy, esta "joyita" publicada por "Clarinada" a
principios de 1942:
"Para el traidor de Francia, De Gaulle, para todos los colosos con pies de
barro, para todo el cipayaje que turba a las naciones que lo soportan y
toleran, para los milicianos, caftens y usureros que amedrentan y empuercan
a
la Argentina
, para Stalin, Kaganovich y compinches, Hitler es un adefesio
y un constante peligro. Pero para
la Iglesia
y los hombres de voluntad
buena, el cristianismo de Hitler y sus cruzados y las obras del Führer no
representan peligro alguno, porque nada tienen que temer de ellos. Tampoco
le temen los hindúes y todos los pobres de este mundo, porque en él
presienten la esforzada garantía para tiempos mejores. En tiempos pasados,
Felipe II y Napoleón atrajeron el odio inglés y el judaico. Hoy es Hitler, y
su Alemania y los demás pueblos que dividen con ellos las tareas
sobrehumanas de prepararnos un mundo mejor; e Inglaterra, que antes ganó
siempre la última batalla, deberá esta vez morder el polvo de la derrota,
porque Dios ha desatado contra ella todo el furor de su ira secular; el
cáliz de iniquidad desborda ya. Hitler es el más grande genio que la tierra
ha producido y los judíos deicidas serán arrasados por la historia"..

©
LA VOZ
y La Opinión
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